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Piñeiro, con un ilustrativo obsequio de la organización

«Corrubedo é unha agulla plana metida no mar (…) un pequeno trozo de territorio superatlántico que, sen moverse de aquí, foi ao mesmo tempo irradiando xente a todas as partes do mundo».

Nació con el don de la elocuencia Antonio Piñeiro y así quedó demostrado durante la charla que este profesor y laureado escritor ofreció el viernes pasado en nuestra Casa del Mar.

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El cartel

«Corrubedo: singularidade e perspectiva» fue el título de su disertación, inauguradora de un ciclo de cuatro conferencias que, bautizado Corrubedo ao descuberto, está organizando la asociación Corrubedo XI Siglos con la colaboración del Concello de Ribeira.

El acto comenzó con exquisita puntualidad. De audiencia, medio centenar de personas a quienes el autor tuvo el detalle de regalar un mapa de su autoría (no hubo para todos, señal de que la convocatoria superó las expectativas).

El plano sirvió de punto de partida para una lección magistral —Antonio, modesto, prefirió llamarla «charla» a secas— en la que el orador analizó las particularidades que nos confieren una identidad única: «Poñerlle nomes ás cousas é unha característica de toda a cultura galega. Sucede que en Corrubedo, ademais, cámbiase, múdase o nome das cousas, incluso dunha época a outra época». Y a renglón seguido declaró haber recopilado más de 150 nombres alusivos tan solo a la franja litoral, glosario que puso a disposición de Corrubedo XI Siglos por si ayudase a completar aún más el pormenorizado mapa que distribuye la asociación.

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El mapa trazado por Piñeiro con parte de los nombres que ha recabado

Después de este afable preámbulo, entonces sí, Antonio se adentró en las singularidades de Corrubedo comenzando por las de su vertiente morfológica.

Primera singularidad:  «O seu poboamento preto». Es decir, esa abigarrada configuración de nuestro entramado urbano que procede de la necesidad antigua de solidarizarse de forma vivencial: casa apretadas para las que se han empleado todos los recursos posibles, calles estrechas donde se ha quedado atascado más de un camión y tiemblan las orquestas. Piñeiro lo tiene claro: «Pasear polas ruelas tanto no inverno como no verán é moi agradable».

Siguiente singularidad. Corrubedo es el punto de contacto de las partes más antigua y más moderna del planeta. ¿La explicación? Nuestro cabo está recostado sobre un lecho de granito de la era paleozoica del que sobresalen algunas de las rocas más longevas de la Tierra: piedras redondeadas, suaves y muy erosionadas que cuentan con más de 450 millones de años de edad, bastante más viejas que los dinosaurios. Y a la vez, convivimos con los montes de arena y las chairas del río de mar que, adscritas a la etapa geológica más reciente, apenas han cumplido diez o doce mil años.

Más curiosidades. Nos hallamos en el extremo de dos continentes que ya no existen: Laurasia y Gondwana. Nuestra costa «microrrecortada» nos ofrenda recursos pesqueros y marisqueros riquísimos… Y es una costa baja, no acantilada como en el cantábrico, amable pese a su orientación atlántica y la violencia de los vendavales.

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Gestos donde no alcanzan las palabras

Otro bloque de singularidades guarda relación con el carácter marítimo de la gente de Corrubedo. Nuestros antepasados han navegado hasta Muxía, hasta Fisterra, para pescar langosta o sardina, y han dormido «nas curvas de proa». Nuestros mayores se acordarán.

Pero también han afluido a otras partes del mundo. A Suiza, a Bélgica, a Francia, Noruega, México o los Estados Unidos… y muchos de nuestros emigrados retornan en verano. Este ir y venir nos confiere un potencial cultural enorme.

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Un público atento

Llegamos a las singularidades paisajísticas.

Singularidad lumínica en primer lugar: «En Corrubedo xúntanse os embates de dúas situacións de tempo características en meteorología, o suroeste e o nordeste, e bailan… ofrecéndonos unha luz mutante». En los veranos, la atmósfera es brumosa, amable, cálida, parece una acuarela… Nada tiene que ver con esa luz cristalina del cabo recién barrido por una borrasca.

Singularidad eólica, además. El viento modela el paisaje de la misma forma que una milenaria técnica de jardinería utilizada en Japón. De ahí la maleza abatida, los pinos «como maltratados sen aspecto de maltrato», y la duna móvil… En contra de lo que se pudiera pensar, el viento de Corrubedo no es tan molesto como en otras partes: «ás veces endurece pero logo nos regala un descanso de si mesmo».

Por último, singularidad sonora. El mar apacigua el ánimo. Conforma un paisaje audible que tenemos en la cabeza y que forma parte de nosotros.

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Casi cuarenta minutos de charla amena

La conclusión. «Corrubedo é un banco de beleza que se segue reservando para cando lle toque». Ahora bien, con los cambios en la cultura turística que están ocurriendo, Corrubedo pronto va a ser «punta de lanza»… Corrubedo crecerá y acabará siendo «centro de interese destacado», gracias precisamente a esta suma de singularidades que Antonio ha terminado de explicar.

El evento concluyó con la entrega al ilustre ponente por parte de Francisco Sánchez Fraga de un ilustrativo obsequio de la asociación organizadora: la réplica de una de las piedras que marcaban los límites históricos del coto de Corrubedo.

Mañana en el último viernes de junio, una nueva conferencia en la Casa del Mar: Miguel Ángel Vidal, responsable de la Sala Museo Municipal de Ribeira, hablará de la arqueología de Corrubedo. A las ocho. Allí estaremos.

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En el centro de la imagen, Miguel Ángel Vidal de espectador… mañana le toca