La viñeta, aparecida en agosto de 1906 en el primer número de la revista ilustrada Patria Gallega, muestra a un marinero cariacontecido al que le están colocando un aparatoso flotador mientras sostiene un rosario. Debajo, estos versos:
«Cuando entra en el mar se escama
y en la boca lleva el credo.
Es muy disculpable su miedo
que tienen muy mala fama
los bajos de Corrubedo».
Y muy merecida, además. Hasta los más impávidos lobos de mar tragaban saliva cada vez que tenían que atravesar aquella floración de escollos metidos en sus cascarillas de madera. Y aunque la navegación ya no es lo que era —por suerte—, esas ladinas peñas todavía nos dan un susto de vez en cuando.
Hoy toca hablar de ellas.

Y lo vamos a hacer recurriendo a una fuente con 150 años de existencia: el Derrotero de las Costas de España y de Portugal desde el cabo Trafalgar hasta el puerto de la Coruña redactado en 1867 por el menorquín Pedro Riudavets y Tudury (1804-1891), marino mercante, historiador y segundo jefe de la Dirección de Hidrografía, una entidad que había sido creada en 1797 para cartografiar como dios manda los litorales del reino y sus colonias.
El documento es antiguo, sí, pero las piedras lo son muchísimo más y ahí siguen: imperturbables, inamovibles e inconmovibles a cuanto sucede en el mar. Aunque también vamos a usar algún mapa contemporáneo. En especial, este:
Pertenece a Masmar (subtítulo: tu portal náutico en Internet). Las piedras no han cambiado, no, pero sí el faro, cuya luz era blanca en el momento en que se escribió el Derrotero, después fue roja y ahora vuelve a ser blanca menos en un sector: el que enfoca a la parte más peligrosa para la navegación (347º-040º).
Por eso luce este aspecto desde uno de sus flancos.
Vamos con los bajos más importantes según fueron descritos en el Derrotero con su alambicada prosa náutica:
A MAROSA. El más inmediato al cabo, es un conjunto de rocas que cogen medio cable de extensión [un cable es la décima parte de una milla náutica: 185,2 metros] y velan [es decir: sobresalen] en las pleamares ordinarias. En sus inmediaciones se sondan 7 brazas de agua a bajamar [cada braza tiene 1,82 metros]. Dista una milla larga de la testa del cabo en la dirección del S. 1/4 SO., y el máximo fondo que se encuentra en este freo [según la RAE, canal estrecho entre dos islas o entre una isla y tierra firme] es de 13 brazas. [Tocó pero sobrevivió: Highland Loch]
RINCHADOR. Cabezo de piedra casi redondo y de un cable de diámetro que se cubre en las pleamares ordinarias. Está al S. 6º O. de La Marosa, distante 8 cables, y sus contornos son hondables. Entre estos dos peligros se sondan hasta 30 brazas, fondo cascajo. El Rinchador, La Marosa y la colina Anteiro d’Armada sobre la que se levanta el faro, están en un mismo arrumbamiento [dirección que sigue una costa o que queda determinada por dos objetos], que es del S. 6º O. [Naufragó: Friesland. Tocó pero sobrevivió: Baligan].
A TOMASA. A cuatro cables y medio al oeste del Rinchador se halla esta roca de las mismas dimensiones que A Marosa. Es hondable en sus cercanías y en el canal que forma con el Rinchador hay 17 brazas de fondo. [Tocó pero sobrevivió: Virginie].
OS COBOS. Peña situada a poco más de 3 cables al S. 30º E. de A Tomasa. En bajamar se descubre tanto como O Rinchador y es de parecidas dimensiones que esta. Entre Os Cobos y A Tomasa hay 13 brazas de fondo y con Rinchador hay hasta 26 brazas. Desde este escollo hasta las peñas de Pragueira hay 1,7 millas y se sondan de 20 a 30 brazas, con fondo de piedra y cascajo.
PRAGUIÑA. Algo más de 2,5 millas al S. 31º O. del faro de Corrubedo se erige este peligroso peñasco. Tiene sobre medio cable de circunferencia y solo se descubre cuando hay mar muy gruesa o cuando la marea está sumamente baja. [Naufragó: Dom Pedro].
Y también:
LAXE DO FORCADO. Además de las restingas submarinas [esto es: bancos de arena] descritas hay otras que arrancan del mismo cabo Corrubedo en dirección al O. y al SO., si bien más cortas. La parte más somera de una de estas restingas es la piedra Forcada, peñasco de 3 a 4 brazas de diámetro que solo se cubre con las pleamares de sizigias [ocurren cuando el sol y la luna están alineados con la tierra]. Se manifiesta en bajamar en forma de horqueta, con dos puntas pronunciadas, y dista 194 brazas de la testa del cabo.
ROCÍN. Es la cresta de un bancal de piedra. No se tenía completa seguridad de su exacta situación hasta la exploración realizada en junio de 1867 por José María Losada. Está al ONO. del faro, distante 1,9 millas. En este trayecto se sondan hasta 20 brazas. El Rocín yace en la enfilación del pico más pronunciado del monte Tremuzo [al norte de la ría de Muros y Noia, en el municipio de Outes] con la piedra más alta de As Basoñas [Posible naufragio: Volverán, que la prensa de los ochenta sitúa en «Os Rosíns»].
TEILÁNS. Piedras aisladas y sumamente peligrosas que solo se manifiestan en bajamar. Son dos, tendidas próximamente NO.-SE., y apartadas entre sí como un cable. Por tierra de la del N., y a distancia también de un cable, hay otra piedra cubierta con 3 pies de agua. Por entre estas piedras hay canalizos practicables con embarcaciones pequeñas, y en el estrecho canal que forman con los arrecifes de la costa se sondan desde 8 a 10 brazas, con fondo de piedra y arena.
AS BASOÑAS. Es un conjunto de peñascos, ocultos unos y a flor de agua otros. Tres sobresalen constantemente en forma de islotes. La más meridional de estas tres piedras es como el casco de un bergantín. Las otras dos son de menor tamaño. A bajamar escurrida se ven asomar varios pedruscos. En todo el banco rompe la mar cuando es gruesa. El canal tiene más de una milla de amplitud y es practicable con toda clase de buques, pero se requiere cuidado al pasarlo. [Naufragó: Salier].
De momento, suficiente. Finalizamos con unas elocuentes líneas transcritas del Derrotero:
«Fijándonos en lo que acabamos de exponer, convendremos en que no es infundado el terror que inspiran los bajos de Corrubedo á los navegantes conocedores de esta costa. Cuando se desencadenan los vientos occidentales, somueven las aguas del cabo, y las elevan en espumosas olas á prodigiosa altura; lo que, unido á las corrientes, puede comprometer de un modo desastroso el buque que por cualquier causa llegue á encontrarse, de improviso, sobre las restingas submarinas de que hemos hablado».

[Algunas fuentes consultadas: Derrotero de las Costas de España y de Portugal desde el cabo Trafalgar hasta el puerto de la Coruña (Dirección General de Hidrografía, 1867), «De Cabo Corrubedo a Punta Falcoeiro. Bajos de Corrubedo» (Guía Masmar), «Ría de Muros y Noia. Vertiente sur. Portosín. Cabo Corrubedo» (Guía Masmar)]

Deja una respuesta