Hoy traemos una firma invitada: la del investigador Santiago Llovo Taboada, quien ha tenido la gentileza de enviarnos este magnífico artículo para rememorar un naufragio sucedido cerca de aquí. Pasen y lean:
En marzo de 2018 se publicó en este blog un excelente artículo, titulado «Vientos de invierno». En él se relataba el naufragio de un bergantín goleta en la costa de Couso en el que fallecieron dos marineros. El nombre del buque era Nemesia y en el artículo, elaborado a partir de noticias aparecidas en prensa, se daba cuenta de este y otros naufragios acontecidos en la costa próxima a Corrubedo en una infausta noche de temporal de principios de febrero de 1879.
Con este artículo queremos dar a conocer un poco de historia sobre esta embarcación, sobre Manuel Sendón Otero, su capitán en el momento del naufragio y, sobre todo, cómo fue la última travesía de este bergantín goleta. La fuente principal es el documento de protesta otorgado ante un escribano de Riveira al día siguiente del naufragio.
De la información extraída de la primera relación de buques de la marina mercante española (Lista Oficial de Buques), publicada en 1871, sabemos de la existencia de una embarcación de 201 toneladas con este nombre, con la señal distintiva HVSK y de la matrícula de la provincia marítima de Coruña. En las listas de 1873 y 1878 vuelve a aparecer información de este buque y de otro llamado igualmente Nemesia, de 243 toneladas, con señal distintiva HVSL, pero de la matrícula de Barcelona. Curiosamente en la siguiente relación publicada, la de 1883, ya no aparecen ninguna de las dos embarcaciones, con lo cual no podríamos saber cuál de las dos fue la que naufragó en Couso en 1879, pero, como veremos, la información contenida en el documento de protesta, aclara que se trata de la segunda.
El Nemesia era un bergantín goleta, similar al de la imagen siguiente. Creemos que tenía dos palos, el trinquete aparejado con velas cuadras y el mayor con cangrejas. Además llevaba foques y velas de estay.

De Manuel Sendón Otero, capitán y, según información de la prensa, también armador del bergantín goleta naufragado, sabemos que era hijo de un capitán de Muros, pero establecido en Riveira, que se llamaba Rafael Sendón da Costa. Rafael patroneó, entre otros, el diate llamado Divina Pastora, de la matrícula de Cambados. Su madre era María Leocadia Otero Vilariño, que a su vez era hija de los acaudalados vecinos de Riveira Andrés Antonio Otero y Martínez de Leis y María Ventura Vilariño y Bermúdez de Castro.
Manuel Sendón tenía 47 años cuando naufragó con el Nemesia. Tenemos constancia de que previamente fue capitán, al menos, del bergantín goleta Juana de Vega, de la matrícula de La Coruña; del bergantín Paquito, de la matrícula de La Habana; de la goleta polacra Dolores, de la matrícula de Villagarcía; y por último de la goleta polacra San José, de la matrícula de Barcelona. Probablemente, después de naufragar con el Nemesia ya no volvió a patronear más embarcaciones. Manuel se casó con una vecina de Ribeira llamada Camila García Figueirido.
Respecto a la última travesía del Nemesia, lo que se va a relatar a continuación está extraído del documento de protesta de mar que otorgaron el capitán Sendón, su piloto, el vecino de Muros Juan Antonio Novo Pombar, y el resto de supervivientes del naufragio. La declaración fue tomada ante un notario de Riveira que se llamaba Manuel Torres, que se desplazó a la playa de Couso, y en concreto al almacén de salazón que existía en el lugar. En aquel momento éste era propiedad del fomentador de la Puebla del Caramiñal José Ferrer Casellas, Marlés, persona muy vinculada a Corrubedo, ya que él y su padre, el Marlés original, llegaron a tener 4 almacenes en la localidad.

Las protestas de mar eran la manifestación del capitán o patrón de un buque, hecha por escrito y en forma legal ante la autoridad competente, para hacer constar su irresponsabilidad y la del personal a sus órdenes ante cualquier accidente, situación o avería, salvaguardando con ello los derechos contra terceros de sus armadores y demás interesados en la expedición. Este documento de protesta viene a ser el acta de la singladura y posterior naufragio del Nemesia. Se trata de una «perla» ya que, aparte de ser especialmente interesante por su dramatismo, es una auténtica clase teórica de la navegación a vela en aquellos tiempos pretéritos, por la cantidad de términos y maniobras que recoge.
La escritura comienza de la siguiente manera: «En la fábrica de salazón de don José Ferrer Casellas, situada en la playa mar del lugar que llaman Couso, correspondiente a la parroquia de San Pelayo de Carreira, a las 8 horas y 33 minutos de la mañana de este día 10 de febrero de 1879, ante mí escribano y testigos comparece Don Manuel Sendón Otero, de 47 años, capitán náufrago del bergantín goleta nombrado Nemesia, de la matrícula de Barcelona, vecino de la parroquia de Santa Eugenia de Ribeira, manifiesta que carece en este acto de cédula personal, por haberla perdido con toda la documentación del buque náufrago.»
A continuación el capitán Sendón relata lo sucedido desde que el 18 de diciembre de 1878 salió de Barcelona, en lastre y con un poco obra de barro, con destino a la Puebla y La Coruña. La primera escala la hizo en Ibiza, a donde llegó el día de Navidad, y donde cargó 1.600 sacos de corteza molida de pino. El día 29 del propio mes puso rumbo a la península, llegando a la localidad alicantina de Torrevieja el día 8 de enero. Allí cargó 5.500 quintales de sal, 4 pipas de vino, 50 sacos de cebada, 4 fardos de cáñamo, y otras varias frioleras. El día 11 de ese mes de enero, ya con sus bodegas llenas, salió directamente a los puertos de destino.
A consecuencia de vientos contrarios no pudo desembocar el Estrecho de Gibraltar, por lo que tuvo que arribar en demanda del puerto de Algeciras, en donde entró el 25 de enero. Salió de este puerto en la mañana del 31 de enero y en ese mismo día pasó el Estrecho, continuando con el viento del Este hasta el día 1 del mes de febrero, en cuya noche tuvo el cabo de Santa María a la vista. Desde ese día los vientos se presentaron del Oeste, con los que vino navegando de bolina hasta el día 4, que demarcaba el cabo de San Vicente al rumbo de este, distancia 4 leguas, en donde rolaron los vientos al Sur y Sudoeste. Continuaron con vientos favorables y sin mayor novedad hasta el día 7 en que se hallaban, a las doce de la mañana, a 7 leguas de distancia frente a la Berlinga.

El viento en el resto del día se fijó flojo del Sudoeste, refrescando durante la noche, con alguna agua. El día 8 a las 4 de la tarde, recalaron en Santa Tecla, hallándose a las 5 entre el referido monte y el cabo Silleiro, a distancia de unas 3 leguas al Oeste.
Precisamente, cuando se hacía de noche y se adentraban en la costa gallega, fue cuando el Nemesia y su tripulación empezaron a tener problemas. «(…) Al presentarse la noche de ese día 8 muy cerrada, con agua y mucho viento, dio orden de orzar con ánimo de aguantar hasta el amanecer con el velacho bajo, trinquetilla mayor, en las tres fajas de rizos, y vela de estay baja, haciendo proa al Oes-Noroeste, con viento Sudoeste frescachón, y como adquiriese mayores proporciones, a las 8 aferró la mayor, quedándose capeando con la vela de estay y velacho bajo, haciendo rumbo de Noroeste, cuarto Oeste y Oes-Noroeste. Que declarándose un temporal y mares muy gruesos, el buque no hacía más camino que una milla por hora, y se le advirtió un abatimiento de 6 o 7 cuartas, y así continuó toda la noche.

Que amaneció el día 9 con un temporal de viento huracanado del Sudoeste, con mar muy grande, sumamente cargada de neblina la atmósfera, que impedía verse a la distancia de 2 cables, embarcando varios golpes de mar a bordo, y uno de ellos, que acometió a las 7 de la mañana, llevó tras sí toda la madera de respeto y algunas frioleras que hiban sobre cubierta, en cuyo acto se reconoció la nave completamente rendida de agua, sin que las bombas diesen el suficiente alijo.
Que temeroso que no pudiesen rebasar los bajos de Corrubedo y Finisterre, rompió la capa a las 8 con el objeto de correr al Norte, lo que no fue posible por los más esfuerzos que se hicieron, porque los gruesos mares y rompientes del Noroeste y viento acometieron de tal manera la nave que la dejaron zozobrada, y así las cosas se vió en la necesidad de virar por redondo, reuniendo en seguida al piloto y marineros para manifestarles que había que continuar en la vuelta del Este para ver si podían entrar en la ría de Marín o en la de Villagarcía, cuya maniobra se ejecutó a las 8.30, llevando la nave la trinquetilla, velacho y vela de estay baja, dos fajas de rizos, dándole vía a los gruesos mares, gobernando con la proa al Este y Esnordeste. Que a las 10 se llevó el viento la vela de estay baja nueva, hizándose seguidamente la mayor con la tercera faja de rizos, la que al cuarto de hora se hallaba rifada completamente y en pedazos. Que acto continuo se largó el trinquete, también vela nueva, y a los 10 minutos igualmente se rifó e hizo pedazos. Que a las 11 en punto el viento rifó el velacho bajo, quedando pues la nave sin velas y sin gobierno, principiándose a embarcarse recios golpes de mar a bordo, y no había más remedio que poner la popa a la mar. Que a las 11.15 se largó el velacho alto, y tan pronto se hizo se rifó haciéndose pedazos, faltándole al mismo tiempo la rueda del timón, que se apresuraron a sujetar con aparejos, y al concluir este trabajo, que eran las 12.15, descubrieron la isla de Sagres por la proa, rompiendo al mismo tiempo el timón.
Viéndose entonces en circunstancias tan críticas, la cubierta del buque llena de agua, sin velas y sin timón, con un temporal fuertísimo, los bajos rompiendo en todas las direcciones, no le cupo duda de la inmediata consecuencia de la pérdida de la nave y de todas las personas, a las que les ordenó se desnudasen, por si la providencia permitía salvar a alguna de ellas, y dando ejemplo el que dice, todos le siguieron, y a la una de la tarde en punto encostaron sobre las piedras de Couso, y punto llamado Siete Linguas.»

La protesta termina declarando el capitán Sendón lo siguiente: «(…) que se salvó el que dice, el piloto y cuatro marineros, todos en cueros cubiertos de sangre, de las contusiones que recibieron contra las piedras, no habiéndose conseguido salvarse los marineros, José Miramontes, de la matrícula de Sada, y Juan Miguens, de la del Caramiñal, que fueron víctimas de su precipitación, y a quienes tuvieron el dolor de verles morir entre las piedras. El buque se hizo pedazos entre las piedras al primer toque, de tal manera que cuando consiguieron ganar tierra ya la madera flotaba en la orilla.»
La última frase de la declaración del capitán y tripulantes del Nemesia, antes de las firmas, fue la de agradecer al encargado y trabajadores del almacén por su auxilio en las horas siguientes al naufragio. «Debe de hacer especial mención de gratitud del factor y jornaleros de la fábrica de don José Ferrer, porque sin el auxilio inmediato que a todos suministraron hubieran sucumbido a poco tiempo.»
En la capilla de la Guía, de Carreira, existió lo que probablemente fuera un exvoto del Nemesia, según daba a entender un artículo publicado el 1 de agosto de 1965 en el periódico El Pueblo Gallego por José Martínez Rodríguez. El artículo tenía por título «El escudo de la ciudad de Santa Eugenia de Riveira» y en él el autor mencionaba los que consideraba veleros más notables de armadores riveirenses. De esta embarcación apuntaba lo siguiente: «(…) el famoso Nemesia, cuyo retrato se conserva cerca del altar en la capilla de la Guía de Carreira (…)». Lo cierto es que en la actualidad ese cuadro ha desaparecido «misteriosamente».
En Compostela a 21 de febrero de 2021
Santiago Llovo Taboada.
19/03/2021 at 20:39
Poco a poco se va escribiendo la historia de nuestros hombres de mar… Gracias Santi, por tu dedicación.
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