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El trending topic corrubedano de este fin de semana

Ahora por agua y antes por fuego.

Lo del fuego fue como quien dice anteayer. El 8 de agosto de 2015. Un incendio iniciado a la caída de la tarde en las inmediaciones de Teira provocó que durante más de dos horas fuese imposible entrar o salir del pueblo. Era el sábado de fiestas. Con lo que algunos que, previsores, habían venido aquí temprano a disfrutar del ambiente se vieron encerrados sin posibilidad de escapatoria, mientras que quienes prefirieron aguardar a la hora de la cena o de las copas —o sea, la mayoría— tuvieron que dar vuelta y quedarse con las ganas. Aquella había sido una jornada de lo más extraña. La orquesta tocando en una explanada semidesierta mientras las llamas irradiaban una atmósfera sobrenatural.

Y ahora por agua. El jueves 16 de enero de 2020 se abrieron las compuertas del cielo y cayeron 74,9 litros por metro cuadrado —hubo picos de 75,6— según los valores registrados por la Estación Meteorológica de Corrubedo. Y si ya fue difícil vadear la colosal riada que entre mediodía y media tarde anegó Buenos Aires y As Delicias, el enorme socavón surgido bajo el asfalto de la carretera AC-303 a la altura del colegio de Olveira truncó en las primeras horas de la noche cualquier expectativa de penetrar en coche desde la capital municipal.

Hoy seguimos igual. Aislados y prácticamente incomunicados. Solo la carretera de Espiñeirido nos une al resto del mundo civilizado.

En el fondo, estamos reviviendo una situación que, no hace tanto tiempo, era el pan de cada día para los habitantes del cabo.

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La Voz de Galicia, 10 de agosto de 2015

Vamos con un poco de historia. Algunos de los forasteros que, voluntaria o involuntariamente, dieron con sus huesos en Corrubedo dejaron constancia de la sensación de aislamiento que tuvieron aquí.

El 21 de febrero de 1887, el noruego Ingvald Nilsen, capitán del Homeward Bound —el bote de seis metros de eslora con el que junto a su hermano Bernhard y un compatriota emprendió un viaje suicida de Sudáfrica a Londres— anotó en el cuaderno de bitácora de la embarcación que para salir a pie de nuestro pueblo camino de Santa Uxía tuvo que atravesar «planicies arenosas, donde nos hundimos a cada paso por los tobillos». Por su parte, el escocés Alex James, uno de los mejores futbolistas de siempre del Arsenal F.C., pensó que había naufragado en una isla cuando el trasatlántico Highland Loch encalló en uno de nuestros bajos el 1 de julio de 1923, trastocando los planes del que por entonces era su equipo, el Raith Rovers, que navegaba rumbo a Canarias para una gira balompédica. «Isla Caníbal», nos llamó. Así lo consignó en su biografía.

Y qué decir de William O. Davis y Heather St. Clair Davis, tripulantes del Debonair, que creían que se encontraban en el desierto cuando su yate zozobró frente a las dunas y la playa de A Ladeira el 26 de octubre de 1960. O de Michael Kuh, fotoperiodista de la National Geographic, que en una carta reseñada por La Voz de Galicia el 7 de octubre de 1971 definió la nuestra como «la peor carretera de España», percepción muy similar a la de un colega local como vamos a comprobar más adelante.

Aislados. Incomunicados. Apartados. Solos.

Y lo cierto es que tales impresiones se ajustaban como un guante a la realidad. Y si algo de eso había empezado a cambiar, se lo debemos a este hombre:

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El instigador de la primera carretera al pueblo

Se llamaba Pedro Pais Lapido. Fue diputado en Cortes entre 1886 y 1696 en el seno del Partido Conservador de Cánovas del Castillo. En marzo de 1892, presentó al Congreso una proposición para que se construyera una carretera de tercer orden hasta cabo Corrubedo, «uno de los más importantes de nuestras costas occidentales, y que casi puede decirse carece hoy de comunicación terrestre», según escribió el diario santiagués Gaceta de Galicia.

Pero al contrario de lo que alguien podría pensar, el vial solicitado no estaba destinado a conectarnos con Santa Eugenia de Riveira. Qué va. Era para unirnos con Puebla del Caramiñal.

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Gaceta de Galicia, 8 de marzo de 1892

La proposición de Pais Lapido no cayó en saco roto y la Gaceta de Madrid del 4 de septiembre de 1892 anunciaba ya la inclusión en el plan general de carreteras del Estado de «una carretera de tercer orden que, partiendo de la Puebla de Caramiñal, en la sección 2ª. de la de Padrón a Noya, termine en el cabo de Corrubedo».

Ahora bien, ya sabemos que las cosas de palacio van despacio. Y de aquella era aún peor. Hay que esperar hasta 1896 para volver a tener noticias de la mencionada carretera: otra vez en Gaceta de Madrid, que señalaba que la construcción del trozo primero de la vía habría de emprenderse en ese ejercicio. En 1897 las obras fueron encomendadas a Manuel García Ruzo después de sacarlas a subasta por un precio tipo de 105.525 pesetas. En 1898 se personó en la zona para tomar «datos de campo» el perito del Estado Gabriel Vitini [seguramente su nombre no os dirá nada, pero el monumento del Obelisco coruñés que él diseñó probablemente sí]. En 1901 se aprobó el expediente para expropiar los terrenos necesarios después de una lentísima tramitación. Y en 1905, catorce años después de la proposición formulada por el diputado conservador, leemos esto en la portada de Noticiero de Vigo: «Sigue siendo lamentable que no acaba de construirse el pequeño trozo de carretera que impide que Corrubedo esté unido al resto del mundo».

Desalentador…

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Noticiero de Vigo, 19 de octubre de 1905

Por fin, el 10 de abril de 1907, El Norte de Galicia informaba de la visita del ingeniero provincial Manuel Lois para recepcionar la obra del trozo primero… que con 6.740 metros de longitud iba desde la villa pobrense hasta Xenxides.

Pero el trozo segundo, aquel que habría de llegar al cabo (9.500 metros, 45.402 pesetas de presupuesto), aún se demoró otros trece años atrapado en el inextricable engranaje administrativo y no se terminó hasta principios de los años veinte del siglo pasado, culminando así la que hoy es la AC-303, que después de atravesar Olveira dobla por Bretal hasta Xenxides, donde enlaza con la AC-302 que sube por Moldes hasta A Pobra.

¿Y la carretera que nos une a Ribeira? Se proyectó en 1909 y se autorizó en el invierno de 1916. Ignoramos cuándo fue ejecutada. En 1969 estaba tan hecha polvo que el periodista Bautista M. Lemiña decidió escribir lo siguiente: «si nos fijamos en la carretera de acceso que tiene —que dejó de ser tal carretera— no dejaremos de comprobar que a Corrubedo nadie quiere —porque no puede— ir con sus coches, excepto los ómnibus de la empresa «El Celta» que hacen el trayecto dos veces al día a base de peligrosos malabarismos».

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El Pueblo Gallego, 15 de noviembre de 1969

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No es consuelo, claro. La comunicación Corrubedo-Eurasia era una asignatura pendiente que ya había sido superada. Pero lo único que nos cabe es resignación, paciencia, echar mano del reloj para calcular cuánto nos vamos a demorar si conducimos hasta Xuño o si atajamos por Carballosa o por Campo de Patas… y confiar en que, tal como se ha anunciado, mañana lunes nos abran un carril provisional por el que poder transitar allá, en la frontera.

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Nuestros deseos fueron cumplidos…