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La primera alusión al naufragio: un texto corto e impreciso sin referencias al María Rosa

El francés Dom Pedro, el presuntamente holandés Jupiter, el inglés Coningsby, su compatriota el Debonair… Hasta ahora hemos contado estos cuatro naufragios finiquitados con mejor o peor suerte en las coordenadas del cabo. Sus bonitas banderas conferían a cada historia una pátina que no sabemos si llamar exótica, colorista, cosmopolita o aventurera. Ahora bien, un accidente en el mar no tiene nada de excitante o hermoso (los dramas nunca lo son) y quienes más han sufrido aquí esa sensación de que la vida se te puede escapar en cualquier lance no hablaban un idioma extranjero. En absoluto. Son los pescadores de Corrubedo los que salen cada madrugada para entablar una nueva partida en la orografía tramposa. Los que doblan la apuesta en los días de temporal. Los que mueren cuando la fatalidad carga los dados. Hoy vamos a recordar a seis de ellos. Sus nombres los hemos encontrado en la prensa del pasado, perdidos en las hojas secas. Iban en el mismo barco. Nadie se salvó.

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Los nombres de los seis náufragos se publicaron el 27 de noviembre de 1924

El suceso ya había aparecido en El Pueblo Gallego el día anterior —un texto breve e impreciso— pero no fue hasta el jueves 27 de noviembre de 1924 que el nombre de la lancha María Rosa salió a la luz. Y con ella, el de sus seis tripulantes. Tal y como nos ocurrió el domingo pasado, el pecio no consta en el Catálogo de Naufragios de Rafael Lema Mouzo. Ni en Santa María del cabo de Corrubedo y coto del mismo nombre de Francisco Sánchez Fraga. Ni en esa inmensa base de datos que es wrecksite.eu, la imdb de las tragedias náuticas. Así pues, asumimos una responsabilidad extra al relatar lo sucedido.

Las crónicas dicen que el martes hubo un violento temporal en las costas gallegas. El trasatlántico Sierra Córdoba de la Norddeutscher Lloyd (pronto vamos a volver a hablar —y mucho— de esta compañía alemana) ni siquiera se había atrevido a zarpar del puerto coruñés. Tres lanchas que sí lo hicieron habían zozobrado mientras navegaban desde Vigo… pero con tan buena fortuna que sus ocupantes fueron rescatados por las que venían detrás.

El María Rosa no tuvo esa dicha. Regresaba a mediodía de vender sus capturas en el puerto de Cambados cuando un golpe de mar lo volteó en el paso de Carreiro de Sagres, entre Sálvora y Aguiño. Cuentan que algunos parroquianos lo divisaron desde tierra y dieron la voz de alarma. Los tripulantes trataban de mantenerse agarrados a la quilla de la embarcación. Varios botes salieron en su auxilio, pero no llegaron a tiempo. La escena tuvo que ser desgarradora. De una impotencia atroz. Los náufragos se habían ido hundiendo a la vista de todos. Uno a uno. Los seis. Como una película de suspense mal rematada. La prensa nos dejó el recuerdo de sus nombres: el patrón Francisco Ageitos, su hijo Vicente Ageitos García, José Brión Lojo, Francisco Martínez Lojo, José Brión Rodríguez y Juan Prego García.

Y de una terrible desgracia a la noble humanidad de los humildes. El pósito de pescadores de Corrubedo, creado seis meses antes, se reunió días después en junta general extraordinaria bajo la presidencia del ayudante de marina Ángel Alvariño Saavedra. Acordaron solicitar —explica El Ideal Gallego— una subvención de 2.000 pesetas a la Caja Central de Crédito Marítimo para ser repartida entre las familias de los náufragos. Terminada la sesión, los allí congregados fueron hasta los hogares de las víctimas para dar el pésame a los desconsolados parientes.

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El recién constituido pósito de pescadores de Corrubedo acordó pedir ayuda para las familias

En noticias posteriores nos enteramos de que solo dos familias tienen derecho a esta subvención porque solo dos de los ahogados eran socios del pósito. Investigando un poco nos hacemos una idea más clara de la situación. La Caja Central de Crédito Marítimo había sido fundada en 1919 a modo de cooperativa de crédito popular con la misión de ayudar a los trabajadores del mar. Su facultad de conceder préstamos a las «asociaciones cooperativas marítimas» había espoleado la formación de pósitos de pescadores en todas las costas, que tenían así la posibilidad, entre otras prestaciones, de acogerse a una especie de fondo solidario que se dio en llamar «caja central de socorros mutuos de ahogamiento».

Pero por fortuna nadie quedó sin ayuda. Lo cuenta el propio Ángel Alvariño Saavedra en un artículo con su firma. Una comisión nombrada por el pósito realizó una colecta en la ciudad de Riveira y las poblaciones de Carreira, Castiñeiras y Corrubedo. En total se recaudaron 933 pesetas que fueron distribuidas del siguiente modo: 150 pesetas para los hijos huérfanos de Francisco Ageitos; 184, para la viuda de José Brión Rodríguez; 183, para la viuda de Juan Prego García; 125, para la viuda de Francisco Martínez Lojo; 125, para la viuda de José Brión Lojo; y 166, para la viuda —afirma El Pueblo Gallego— de un tal Nicolás Romasanta que no sabemos si es error o qué pero estamos bastante seguros de que no fue el sexto hombre sino que ese desgraciado honor recayó en Vicente Ageitos García, el hijo del patrón (¿algún parentesco con el Andrés Ageitos García de la historia de Al Capone que tenemos a medio narrar?).

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Una colecta en Riveira, Castiñeiras, Carreira y Corrubedo recaudó 933 pesetas

Nuestra siguiente parada es en El Heraldo Gallego el 8 de febrero de 1925. Ya van recogidos cinco cadáveres que las mareas han ido arrojando a la playa de Couso, allá en la otra punta de la península del Barbanza. Han aparecido todos menos el patrón. Tras ser identificados, serán conducidos al cementerio de Corrubedo para recibir cristiana sepultura y ser despedidos por un pueblo consternado.

Y antes de abandonar el texto nos clavan la última inyección de realidad cotidiana. Mientras el cuerpo exánime de Juan Prego García era llevado a hombros hasta el depósito, su viuda daba a luz a un nuevo vástago: el sexto de una prole de corta edad. Habrán de crecer sin padre.

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Cinco de los seis cuerpos fueron recogidos en la playa de Couso