
Cuando falta una hora para que la selección española femenina de fútbol se juegue el mundial en Australia, se nos ha ocurrido relatar un pequeño episodio vinculado con aquel continente que, no, no guarda ninguna relación con Corrubedo, pero sí con uno de los barcos más señeros de cuantos dormitan en nuestro lecho marino. Nos referimos al Salier, el trasatlántico teutón hundido una noche de diciembre de 1896 sin que nadie, ninguno de sus 281 ocupantes, lograse sobrevivir.
El episodio —el viaje— ocurrió diez años antes. Era verano y duró 46 días. Con estruendo de música patriótica tanto a la salida como a la llegada, nuestro vapor materializó una ensoñación imperial por primera vez: la de llevar el correo postal alemán hasta las mismísimas antípodas.

Otto von Bismarck (1815-1898). Fue el célebre estadista quien en julio de 1885 firmó con la naviera Norddeutsche Lloyd (NDL) la contratación de la Reichspostdampfer, esto es, una división de embarcaciones al servicio del correo imperial para transportar de forma regular sus misivas (y también pasajeros y mercancías) hasta el extremo oriente y el pacífico sur. Culminaba así un tortuoso proceso iniciado a principios de la década ante la conveniencia de potenciar las relaciones comerciales con los países emergentes situados al este del planeta, cada vez más apetecibles para los intereses del naciente estado alemán.
Centrándonos en Australia, contaba con una populosa colonia germana desde que, a partir de 1838, se produjo un desembarco masivo de ciudadanos prusianos que profesaban el viejo luteranismo y estaban siendo hostigados por su fe. Se asentaron en la zona de Adelaida, al sur del territorio. La persecución religiosa cesó, pero la llegada de emigrantes no se detuvo, hasta el punto de hacer de su gutural idioma el segundo más hablado en el continente después del inglés.
Como dijimos, la NDL se había llevado el gato al agua y, por cinco millones de marcos, puso a disposición sus naves de primera clase, creándolas nuevas o reconvirtiendo las que ya había. Cada cuatro semanas, grandes vapores habrían de salir del puerto de Bremerhaven hacia destinos tan exóticos como Suez, Singapur, Honk Kong, Shanghai, Adelaida, Melbourne o Sidney.

El Oder fue el barco que abrió viaje hacia Asia oriental tras zarpar el 30 de junio de 1886. El 14 de julio, el Salier hacía lo propio inaugurando la ruta regular a las antípodas. Lo cuentan periódicos como el Norddeutsche Allgemeine Zeitung, que explica que para la salida en Bremerhaven compareció nada menos que un destacamento de la Tercera Compañía de Artillería de Marina radicada en Lehe para rendir tributo a la embarcación. «La despedida —cuenta el diario berlinés— fue muy calurosa y durante ella la banda del barco tocó Heil Dir im Siegerkranz y, bajo el triple hurra atronador de ambas partes, el Salier abandonó finalmente el puerto, después de que los artilleros de marina hubiesen presentado el fusil en honor de los camaradas que se iban, con la banda del barco entonando Ich bin ein Preuße».
Vamos a intentar ponernos en ambiente colgando aquí un vídeo de la primera de las canciones citadas: Heil Dir im Siegerkranz, que en aquel momento venía a ser uno de los tres himnos no oficiales del imperio alemán y cuya primera estrofa decía así: «Viva tu corona victoriosa, / Soberano de la patria, / ¡Te saludamos, Káiser! / Siente desde el brillo del trono, / La más completa felicidad, / Por ser el favorito de tu pueblo, / ¡Te saludamos, Káiser!».
El Salier estaba gobernado por el capitán Thalmhorst y en la travesía fue escoltado en todo momento por el SMS Albatross, un barco de guerra alemán construido en 1871 con la expresa intención de operar en el extranjero, en cuyo currículum figuraba desde repeler a los piratas en los mares de China hasta proteger a los súbditos del país teutón en nuestra tercera guerra carlista.
En cualquier caso, el viaje estuvo exento de contratiempos y el Salier hizo escala en Amberes, Port Said y Adén. Por fin, poco después de la medianoche del sábado 28 de agosto, tocaba por primera vez tierra aussie al atracar en el puerto de Largs Bay, al oeste de Adelaida.

Los miembros de la colonia alemana en Adelaida se desplazaron en masa hasta el puerto para dar la bienvenida al barco en la jornada del domingo. Así lo contó The South Australian Advertiser, periódico que también informó de que por la noche en el Albert Hall la oficialidad del buque fue agasajada con un banquete para 200 invitados. Entre ellos, el influyente cónsul Hugo Carl Emil Muecke. Aquí también se escuchó música patriótica, con temas como The Queen, The Emperor of Germany o Prince Bismarck.
Para acabar, el Salier hizo dos escalas más en Merbourne y Sidney, ciudad esta última de la que hemos logrado hallar dos documentos con la lista de los pasajeros y la tripulación participantes en aquella travesía inaugural. Aquí los tenéis:


Y en fin. Precisamente en Sidney, dentro de una hora en el recinto bautizado como Stadium Australia, va a sonar la melodía de Heil Dir im Siegerkranz, la canción de la despedida del Salier en Bremerhaven.
¿Y cómo se come eso? Pues porque, curiosidades de la vida, la música es la misma que la de God Save the King, el himno de nuestras contrincantes inglesas en la final del mundial. Que sea para saludar nuestra victoria.
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