
Adentrarse en las entrañas de un archivo histórico es como viajar en el tiempo. Resguardados de los cambios bruscos de temperatura y en condiciones tenues de luz, se ocultan a las miradas indiscretas miles de documentos antiguos depositarios de una memoria común, de la identidad de un pueblo o colectividad, a menudo tamizada por el cedazo de la administración que expurga todo cuanto hay de poesía en ellos. Los legajos se hallan distribuidos en mastodónticos armarios ideados para albergar ingentes resmas de papel, con o sin encuadernación, escrupulosamente clasificadas. Quien posea la brújula será capaz de hallar un dato en un instante. Quien no, se perderá en un océano de información como Guillermo de Baskerville en la laberíntica biblioteca medieval de la novela de Umberto Eco.
En el caso del Ayuntamiento de Ribeira, la mente que gobierna este santuario se llama Jose Antonio Otero Sobrido, archivero municipal desde 1990 tras haber pisado Muros y Corcubión. Para la conferencia del viernes ha tenido a bien extraer de su madriguera referencias a la vida de Corrubedo en la década de 1950. Las resumimos.

Pero antes, una introducción. José Antonio abrió su charla recomendando a los muchos asistentes reunidos en la casa del mar a que profundicen en su historia rebuscando en otros rincones más allá del archivo municipal (situado, por cierto, en las alturas de la sede de la Policía Local): por ejemplo, en archivos públicos o privados como el Reino de Galicia y el de Torre Xunqueiras, o también en hemerotecas y bibliotecas.
El archivero aludió así mismo a los mitos y leyendas que envuelven Corrubedo desde antaño (la ciudad de Valverde, el Campo das Minas, la más reciente Cueva de Litón) y a nuestro patrimonio inmaterial: singularidades de este cabo como nuestra entonación («ti es parvo ou que?»), frases hechas («si viñeras onte a festa…») y motes y apodos propios, características todas ellas que el conferenciante atribuyó a nuestro aislamiento secular y conversaciones endogámicas.

A continuación mostró una foto fija del punto de partida utilizando para ello una plétora de datos contenidos en la Memoria de Gestión Corporativa de 1949, de obligatoria elaboración anual.
Así, la población era de 1.589 habitantes de hecho y 2.329 de derecho (la brecha obedecería tanto a razones migratorias como laborales). Existía una carretera principal que se extendía desde A Pobra hasta Corrubedo («máis ben ao faro», precisó José Antonio), síntoma de nuestra importancia estratégica en las rutas de navegación.
La memoria enumera obras concluidas (una calle de acceso al muelle, un lavadero, el arreglo de la calle Delicias y la reparación de otras dos y de una red de alcantarillado), en ejecución (un camino de acceso al grupo escolar, la ampliación del puerto) y en estudio (abastecimiento de aguas y red de alcantarillado).
En cuanto a bienes comunales, poseíamos el monte Facho —que con una altitud de 189 metros sobre el nivel del mar disfrutaban los vecinos de Corrubedo, Teira y Espiñeirido— y las dunas y playas de Corrubedo —donde montículos de arena orientados de nordeste a sudoeste formaban una cordillera de veinte o más metros de altura según la dirección de los vientos reinantes.
El documento detalla gastos en compra de terrenos para el Grupo Escolar (6.400 pesetas) y para una calle (3.366,20 pesetas). Teniendo en cuenta que el total a estos efectos para el conjunto del municipio ascendía a 411.445,50 pesetas, el archivero concluyó: «Visto desde fóra parece unha clara diferenza ou menosprezo… Pode ser esta unha raíz da rebeldía do pobo ante situacións inxustas?».
Si hablamos del alumbrado público, nuestra parroquia estaba abastecida por una fábrica situada en el propio pueblo: la de José Mariño Orellán, que también proveía a Olveira y Bretal. Por contra, el resto del concello se servía de la Empresa Distribuidora de Electricidad de J. Valverde y Cía. Al hilo de este factor diferencial el orador se preguntó si sería una señal de identidad propia al igual que lo es hoy en día la comunidad de aguas.
En el ámbito sanitario, de los cuatro distritos en que se dividía el ayuntamiento, Corrubedo y Olveira constituían el número tercero. Sobre educación, había cuatro escuelas unitarias (dos masculinas y dos femeninas) y en construcción un grupo escolar compuesto por cuatro secciones. En industrias pesqueras predominaba el salazón.

Después de la Memoria de Gestión Corporativa de 1949, Otero Sobrido pasó a auscultar otra documentación.
Por ejemplo, la que comunicó la concesión en 1950 de un servicio regular de transporte de mercancías de Santiago a Santa Comba, Muxía, Corme, Corrubedo y La Coruña. Y en 1952, según telegrama del Ministerio de Obras Públicas, se adjudicó un servicio regular de transporte de viajeros entre Santa Eugenia y Santiago con prolongación a Corrubedo y expedición por Rianxo.
También citó nuestro archivero el escrito remitido por la Cofradía de Pescadores de Corrubedo al Ayuntamiento en 1949 por el que se notificó el arrendamiento de un local frente a la rambla-embarcadero con destino a lonja y previsión de funcionar a partir del 1 de mayo de ese año.

Una parte amplia de su exposición estuvo centrada en la educación… comenzando por los altos niveles de absentismo de infantes que en edad escolar y sin la más mínima preparación primaria eran lanzados al aprendizaje de labores u oficios.
Así, un maestro de Corrubedo denunció que un niño de Teira había faltado a la escuela 141 días sin motivo justificado y solicitaba que se aplicara a sus progenitores la ley con todo el rigor. También hubo quejas de una profesora por una niña que, tan solo entre los meses de enero a marzo, faltó 46 días consecutivos. Y otra, 50.
Punto y aparte merece la Escuela Clandestina de Corrubedo…
El 9 de septiembre de 1952, un particular puso en conocimiento de los mandamases del Ayuntamiento que desde el verano anterior estaba dando clases en el pueblo cierto señor carente del título de maestro, con el beneplácito de algunos padres de familia «poco escrupulosos» que enviaban allí a sus hijos. Consideraba aquello un robo en la inteligencia de unos párvulos que, teniendo maestros estatales donde cultivarse, frecuentaban un centro «de dudosa formación moral y espiritual». Por consiguiente, solicitaba del alcalde el cierre de la escuela clandestina —situada en la casa número 304— y una buena multa como escarmiento.
El Concello procedió al estudio de las ventajas e inconvenientes de la posible autorización o clausura de la susodicha escuela, regentada por Manuel Prego Pérez. Durante las consultas (entre los interpelados figuraba el patrón mayor de Corrubedo, José Brión), la mayoría opinó que no había inconveniente basándose en que el dómine estaba imposibilitado para cualquier otra clase de trabajo por faltarle un brazo. En junta municipal de 5 de noviembre de 1952, las autoridades hicieron caso omiso de la denuncia.
De 1955 es la solicitud municipal dirigida a instancias de Corrubedo a la Compañía Eléctrica Fervenza —concesionaria a la sazón del alumbrado del puerto— para que suministre energía eléctrica al grupo escolar a efectos de distribuir el cupo alimenticio, esto es, queso y leche en polvo donado por los Estados Unidos. Una curiosidad: la empresa cobraba el kilowatio/hora a la prohibitiva cantidad de 0,50 pesetas.
José Antonio concluyó este apartado mencionando la existencia de un proyecto de creación de una escuela de niñas y otro de una escuela de orientación marítima.

Siguiente parada: la Guardia Civil, pues contaba con un puesto en nuestro pueblo.
Indagando en los archivos hay constancia de una denuncia hacia un vecino armado con una pértiga provista de un pincho con el que maltrataba a una vaca. Más curiosidad levantó entre la asistencia la denuncia interpuesta por dos agentes aquí afincados, Enrique González y Julio Lamelas Vázquez, quienes, prestando servicio en la romería de Bretal, observaron una gran reunión de personas delante de un palco. Allí se encontraba un tal Manuel alias Chinclán [y al mentar el apodo una sonora carcajada colectiva reverberó en el inmueble en señal de reconocimiento del sujeto aludido] pronunciando palabras groseras y promoviendo el escándalo público a incitación de un vecino de la localidad… este último fue acusado por su comportamiento y aquel, mandado de vuelta a su domicilio [más risas].
Con fecha 1 de agosto de 1956 hubo un proyecto de construcción de un nuevo cuartel para la Benemérita: «Las fuerzas de la Guardia Civil que forman el destacamento de Corrubedo carecen de alojamiento adecuado en detrimento de los servicios encomendados e interpretando el sentir de los vecinos de dicho lugar y los deseos de la Dirección General de la Guardia Civil propone a la Corporación que se lleva a cabo la construcción de un edificio compuesto de ocho pabellones y parte militar».
Del mismo, nada más se supo.

Algunas obras proyectadas en los 50 que relacionó el archivero…
1955: Pavimentación y saneamiento de la calle Delicias.
1956: Reconstrucción del pavimento de la calle que conduce a la iglesia (presupuesto: 39.500 pesetas), pavimentación de la explanada del puesto (compromiso de aportación del 10% del total por parte del Ayuntamiento: no se llegó a hacer), fuente (20.405,02 pesetas).
1957: fuente (6.795,79 pesetas), acceso al puerto de Corrubedo.
1958: ninguna.
Aquellos años tuvieron en común una profunda crisis económica por la prolongada falta de pescado. Esto conllevó la emigración de un gran número de vecinos. En la busca de recursos económicos para afrontar esta situación, nuestros munícipes pensaron en el fomento del turismo. Corrubedo, alejado y desconocido, acreditaba excelentes virtudes: su faro, sus temporales, su gastronomía…

Nos acercamos al final de la ponencia. «Outro carácter propio de Corrubedo sería, para min, o «caer, levantarse e poñer a proa ao vento»», declaró el orador, y como prueba de su afirmación esbozó unas pinceladas de algunos naufragios acaecidos esa década.
Informó de que el 19 de julio de 1954 zozobró el barco inglés San Nicolás, de 4.730 toneladas, en el bajo Praguiñas, y sus 18 tripulantes fueron rescatados por los marineros de Corrubedo y Aguiño.
Más dolor despertó en estos lares el hundimiento del pesquero Albatros, ocurrido en el otoño de 1954 frente a las costas de Cedeira y en el que murieron ocho vecinos nuestros. El archivero se refirió al funeral que se les ofició el miércoles 24 de noviembre a las doce de la mañana en la iglesia parroquial, presidido por las autoridades locales, jerarquías y demás representaciones del municipio.
El 7 de febrero de 1957 se recibió escrito en el Ayuntamiento del gobernador civil por el que se concedía un donativo de 500 pesetas procedentes de la Junta Provincial de Beneficencia a los familiares de la dorna Dolores, todos oriundos de este pueblo, muertos en la mar.

Y para quitarse la amargura del paladar, una curiosidad simpática:
El 11 de marzo de 1954 el Concello acordó autorizar un servicio de coches fúnebres para la conducción de cadáveres a los cementerios del término con los siguientes precios: 75 pesetas para Artes, Bretal y Corrubedo y 40 para el resto de las parroquias y lugares del municipio (caballeros mutilados y pobres de las listas de beneficencia eran enterrados gratuitamente).
Por lo visto, morir aquí salía más caro.

Como ya viene siendo habitual, la entrega de la piedra/mojón/obsequio de la Asociación Corrubedo XI Siglos puso al fin al acto y para este desenlace fue invitada a levantarse y hacer los honores la nueva concejala de Cultura, María Sampedro, que había asistido a todo el evento desde primera fila.
En el capítulo de las despedidas, el presentador Francisco Sánchez Fraga aprovechó para anunciar algo que, si cristaliza, será la mar de interesante: una exposición sobre nuestro pueblo confeccionada a base de documentos históricos procedentes del archivo municipal. Ojalá vea la luz. Entretanto, mañana le toca a él cerrar el ciclo. «Lo que aprendí de Corrubedo». A las nueve.
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