12 flor

Pulaski. Lake Street. Una carretera asfaltada de dos direcciones, estrecha y larga. Casi al final, un giro a la derecha y de repente el vial acaba bruscamente a la orilla de un río, diez o doce barcos atracados en un pequeño embarcadero. Un poco más allá, casi a tiro de lata de cerveza, el río desemboca en un lago. El lago es enorme. Tan grande que parece no tener fin. Sin embargo resulta inevitable que nuestra mirada se detenga mucho más cerca, frente a una atípica edificación que según Google Street View está justo a nuestra diestra. La llaman Selkirk Light.

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Cuando Lake Street aún era un camino de tierra

Después de que veteranos de la Guerra de Independencia y contrabandistas de variado pelaje sentaron sus reales en aquellas tierras fértiles situadas al este del lago, parecía que todo iba a ser prosperidad. En la década de 1830, los ingenieros del gobierno llegaron a la conclusión de que aquel era un sitio ideal para construir un puerto y, claro, una cosa llevó a la otra y en 1838 se encargó a dos hombres, un albañil llamado Jabez Meacham y un herrero llamado John Box, erigir aquel atípico inmueble al que se le bautizó como Salmon River Light Station. La Estación de Luz del Río Salmón.

Aquella señal lumínica permaneció en activo solo 21 años. Los vientos del progreso hicieron las maletas, la luz se apagó y el sitio fue reconvertido en dependencia del Servicio de Salvamento de los Estados Unidos. Finalmente, el 16 de octubre de 1895 se vendió como excedente del Gobierno a un inmigrante alemán, un tipo de bigote y patillas siderales nacido en Heidelberg en 1838 —o sea que tenía la misma edad que su adquisición— que respondía al nombre de Leopold Joh. Le costó 155 dólares.

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Joh

Al principio, el teutón empleó el edificio como su residencia personal pero en 1899 decidió materializar otra idea: transformarlo en hotel. Lo regentó hasta el 21 de agosto de 1907, día en que falleció de una ataque al corazón mientras iba a por unos refrescos para sus huéspedes. Dos miembros de su familia, que firmaban como Place & Fiske, continuaron su legado y consolidaron la reputación del establecimiento.

Véase por ejemplo el dorso de una postal de 1909 en que se ensalzan sus virtudes: habitaciones agradables, precios moderados, baños, buenos enlaces con la estación de ferrocarril y magnífica, ciclópea, colosal pesca acariciada por la brisa del lago Ontario, uno de los cinco Grandes Lagos de Norteamérica.

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Razones dentro de una postal

En 1916, el lugar fue adquirido por Joseph Heckle, quien expandió el negocio hotelero incorporando nuevas instalaciones en los alrededores. Viajeros procedentes de Syracuse e incluso de Philadelphia y de Nueva York llegaban a Pulaski en tren y después iban en carruaje hasta el complejo situado a orillas de Salmon River y que estaba equipado con embarcaciones a remo y a vela para saciar las apetencias piscatorias de los clientes.

El hotel fue cobrando prestigio por su cocina alemana. En esto llegó la Ley Seca y el negocio empezó a colgar, metafórica pero repetidamente, el cartel de «Completo» por obra y gracia de los contrabandistas de alcohol que no paraban de ir y venir desde la ribera canadiense del lago Ontario y veían en aquel local una excelente posada.

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Las vistas a Salmon River desde Selkirk Light

La familia Heckle conservó el espacio hasta 1987, cuando un tal Jim Walker, quien se había enamorado de aquellas tierras en un viaje en noviembre del año anterior, convenció a unos conocidos para formar una empresa al objeto de comprar la propiedad de cinco acres donde se asentaba el inmueble. La intención inicial de Walker, de 54 años, no era mantener el hotel. Es más, ni siquiera había reparado demasiado en la instalación pues lo que le había seducido fueron las cualidades pesqueras del entorno. Pero una vez dentro le encantó. Y se propuso volver a encender la antaño conocida como Estación de Luz del Río Salmón.

Lo logró el 6 de agosto de 1989. Trece décadas después, el atípico edificio recobraba su condición original como faro de segunda clase.

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La linterna con su característico estilo «birdcage»

Un faro con una fisonomía peculiar: casa con tejado a dos aguas del que sobresale la torre cuya linterna los yanquis definen como «birdcage»: jaula para pájaros. Solo hay cinco de este estilo en Estados Unidos. Las otras están en Michigan, Wisconsin, Virginia y Rhode Island.

Las persistentes demandas vecinales para que reabriese el Selkirk Light («Si tú no lo colocas al nivel del Ritz o de un hotel de ciudad, lo haremos nosotros», le llegaron a decir) provocaron que Walker cambiase de opinión. A partir de 1995 volvió a funcionar como alojamiento. Llegó Internet y empezaron a recibir reservas desde un centenar de países, la mayoría por parte de viajeros deseosos de capturar buenos lomos de salmón, de trucha y de perca americana en una de las mejores pesquerías de agua dulce de aquel continente. Pero no solo. «Compromisos, bodas, cumpleaños, lunas de miel, prácticas para lunas de miel… hemos visto lo sublime y lo ridículo», afirmará Walker.

En 2014, el edificio fue comprado por las familias Ellis y Barnell que emprendieron su restauración y hoy están con los preparativos de su quinta temporada. Principiará este próximo abril, explica su página web, en el que va a ser un año muy especial al cumplirse 180 desde que el albañil Jabez Meacham y el herrero John Box labraron con sus manos aquella obra de arte.

Que cumpla por lo menos otros 180 más.

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Selkirk Lighthouse, Nueva York

Cuando leímos esta semana que el Consejo de Administración de la Autoridad Portuaria de Vilagarcía ya había tomado una decisión sobre el concurso para transformar en alojamiento turístico el faro de Corrubedo sabíamos que, una vez más, tendríamos que escribir de ello.

Pero la verdad es que no nos apetecía repetir como cacatúas lo que ya cuentan los medios de comunicación. Que si el Consejo de Ministros da el visto bueno a la concesión, será por 25 años. Que la ha ganado una empresa llamada Rianxo Xestións de Proxectos. Que la persona que está detrás de ella, con años de experiencia en regentar campings, pretende invertir un millón y medio de euros. Que la puesta a punto la pilotará un estudio de arquitectura coruñés. Que el complejo contará con once habitaciones además de una cafetería-heladería, un quiosco y un restaurante, tal vez un centro social. Que los inmuebles estarán conectados por pasarelas de madera. Que se van a crear una docena de puestos de trabajo…

Al final sí parece que el faro iniciará una nueva etapa sin perder por ello su función como señal lumínica. Les/nos felicitamos por ello. Y sobre todo deseamos que, cuando pase más de un siglo, a alguien también se le ocurra echar la vista atrás y lo que vea sea un lugar entreverado de historias, sublimes o ridículas, confesables o inconfesables, pero sintomáticas de que esta maravillosa torre levantada por Celedonio de Uribe en uno de los rincones más mágicos de Galicia, sigue irradiando su luz y bullendo de vida.

Porque aquí no habrá truchas ni salmones. Pero a sargos y robalizas no hay quien nos gane.

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Hasta apareció el miércoles pasado en el primer episodio de Fariña. No diremos más.