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He aquí la roca donde al parecer dejó su huella el caballo de Santiago tras un salto criminal

¿Qué significa Corrubedo? ¿Cuál es su origen? ¿Qué ropajes vestía quien nos acuñó? ¿Era romano? ¿Cristiano? ¿Celta?

En pleno siglo XXI no tenemos una respuesta clara. Tres son las hipótesis con que nos hemos topado y, como no somos filólogos ni expertos lingüistas de ningún tipo (solo somos un bar), nos limitaremos a exponerlas tal cual. Sin preferencias.

Pero, las cosas como son, la primera de todas es también la más bizarra. De niños la escuchamos de nuestros abuelos (o bisabuelos), normalmente acompañada de una invitación a ser guiados más allá de la playa de O Prado para ver la huella que dejó el caballo del Apóstol Santiago.

Sí. Porque al igual que Atenas, Roma, El Dorado, Samarcanda o California, el nombre de nuestro pueblo tendría según esta hipótesis resonancias míticas, asociadas a un tiempo en que Santiago el Mayor galopó por estas tierras a lomos de su caballo blanco.

Cuentan que el discípulo de Cristo se lanzó desde lo alto del Monte da Cidá y que, tras rebotar en unas piedras de las marismas de Carregal, cruzó de un salto descomunal toda la bahía de Corrubedo hasta plantar la pezuña de su corcel en la formación rocosa a la que nuestros abuelos nos querían arrastrar hace dos párrafos. Ríete tú de los Super Saiyan de Son Goku. Hoy se le conoce al lugar en cuestión como Outeiro de Santiago…y ahora nos arrepentimos de no haber ido cuando se nos sugirió porque lo único que logramos identificar cuando nos dispusimos a fotografiar el sitio fueron unos petroglifos (una serpiente, una espada…) supuestamente medievales en su base.

¿Y el nombre del pueblo? Pues parece ser que el Apóstol se puso a galopar y dijo: «corro y veo». Así de simple… Y no contento con ello también se le dio por bautizar dos localidades vecinas: Sirves («porque me serviste») y Bretal («no quiero ver tal», frase que también se atribuye a la Virgen de Moldes). Así de fácil.

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Los petroglifos supuestamente medievales dibujados en la base de la piedra de Santiago

Vamos con la segunda opción. Es la que esgrimen algunos estudiosos que apuestan por imprimirle al nombre un excitante aroma celta o, al menos, prerromano.

Está documentada la presencia en este extremo de la península del Barbanza de pueblos muy anteriores a Julio César. Sin ir más lejos, tenemos ahí enfrente el magnífico Castro da Cidá, cuyos trabajos de excavación comenzaron hace dos años años en la cima del monte del mismo nombre (ese desde el que Santiago Matamoros hizo su salto de Acapulco con caballo incluído) y que los arqueólogos datan de entre los siglos VI y VIII antes de Cristo.

De igual forma, también en la cumbre de nuestro Monte Facho existiría un castro en el que habitaban nuestros antepasados más remotos. Es más, lejos de ser una difusa posibilidad, a raíz del desalmado incendio de agosto del 2015 un apasionado de la historia de Corrubedo como es Francisco Sánchez Fraga afirma que han salido a la luz sus muros defensivos al calcinarse la vegetación que los ocultaba. ¿Dicen que no hay mal que por bien no venga? Aquí todos hubiésemos preferido que el (interesantísimo) hallazgo hubiese tenido lugar en otras circunstancias. Eso seguro.

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El impresionante yacimiento arqueológico de Castro da Cidá con el cabo Corrubedo al fondo

Pues bien, es en este contexto en el que algunos derivan el nombre del cabo de la raíz protoindoeuropea Kor-: una variante a su vez —esto último lo sostuvieron reputados lingüistas como Roberto Trombetti o Charles Rostaing— de la partícula Kar-, cuyo significado sería «piedra», «roca», «dureza» e incluso «colina», «altura escarpada» o «montaña».

Dispersos por los territorios alguna vez hollados por las tribus celtas tenemos unos cuantos núcleos de población que comparten prefijo y se distinguen por ser lugares pedregosos y a menudo abruptos. ¿Ejemplos? Coruña, Corme, Corcubión o, fuera de nuestras fronteras, Cornualles… Ahora bien. No es menos cierto que con la raíz primigenia Kar- podríamos ampliar el espectro geográfico muchísimo más. Desde Carnota a los Cárpatos.

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El Monte Facho preside desde su lejanía mítica la imagen tomada junto al faro de Corrubedo

Ahora toca la tercera alternativa. La encontramos en un texto de 1924 del hermano agustino e historiador José Mouriño Estévez, apodado Marqués de Sabuz, quien en la revista España y América y bajo el tajante epígrafe «Falso celtismo del habla gallega» se propone demostrar la procedencia latina de muchos nombres que, como Corrubedo, ya había quienes remontaban a épocas pretéritas.

Y cosa curiosa. Si antes estábamos hablando de piedras y montañas, el fraile extrae su origen del mar, ya que vendría a significar «lugar donde se reúnen varias corrientes acuáticas».

La entrada en cuestión dice así:

«CORRUBEDO, que otros dicen CORUBEDO, nombre de un promontorio y feligresía de Noya, en la Coruña. Esfuerzo se necesita para derivarlo de carriedo. Es un compuesto de dos elementos: el bajo latín Corrubium o el latín clásico Corrivium, los dos nombres dados antiguamente al lugar en cuestión y que significan la confluencia de corrientes acuáticas; y la terminación galaica edo, puesta después de la primera i del genitivo de dichos nombres, y que indica el punto donde se juntan las corrientes. Por tanto, Corrubedo es igual a Corrubi-edo o Corrivi-edo y signfica el lugar donde se reúnen varias corrientes acuáticas, lo que allí sucede a la letra.»

Aquí tenéis. Tres hipótesis bien distintas para explicar una combinación de 9 letras. ¿Quién tiene la razón? Ni idea. Para nosotros sigue siendo un misterio.

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El Marqués de Sabuz, dispuesto a aniquilar cualquier resquicio celta en nuestra lengua madre