
Estábamos con un ojo puesto en el televisor, medio mirando el anuncio del tipo atrapado como Bill Murray en un sempiterno 22 de diciembre, acordándonos del calvo de la Lotería y de un tiempo pasado que fue mejor o, al menos, con más pelo y menos canas, cuando nos hicimos la pregunta del millón: «¿Tocó el Gordo alguna vez en Corrubedo?»
Nos pusimos a rebuscar entre los periódicos viejos. Repasamos los meandros de mil historias de vidas sonreídas por la fortuna, de rostros desencajados por la alegría entre géiseres de champán. Nos obcecamos en la caza de algún vecino nuestro que hubiese sido agraciado con el más esplendente de los regalos navideños anunciado por los huérfanos de San Ildefonso. Y no. No lo hubo. O si lo hubo, se supo esconder muy bien de la rapacidad periodística.
Pero a fuerza de investigar descubrimos algo. Una pieza menor. Un hoy extinto sexto premio puesto negro sobre blanco en un par de paginas de La Voz de Galicia y El Correo Gallego.
Ocurrió muchísimos años atrás.

En 1893. Bajo la regencia de María Cristina con un Alfonso XIII imberbe y en pantalón corto en los retratos de época. Fue aquel un año de transición a caballo entre varios hitos importantes en la historia de la lotería.
Veréis. En 1892 se había oficializado el término «Sorteo de Navidad» (antes era conocido con un más disperso «Prósperos Premios») pero hubo que esperar hasta 1894 para que fuese estampado en los propios billetes. Y también pasó algo más: en 1894 la lotería cambió de fecha… se adelantó un día en el calendario para celebrarse el 22 de diciembre.
Y hasta hoy.

Así que en el año que nos concierne el evento que, con su soniquete infantil oído por la radio, marca a nuestro juicio el verdadero inicio de la Navidad tuvo lugar un 23 de diciembre por última vez. Tal y como leemos en el recorte de arriba, el primer premio tocó en Zaragoza; el segundo, en A Coruña; tercero, cuarto y quinto rociaron de dinero Madrid; y el sexto, el que nos importa, aterrizó en Padrón. El número de la suerte: 49.034, recompensado con 250.000 pesetas.
Enseguida los plumillas iniciaron las pesquisas en busca de la identidad de los bienaventurados. El 26 de diciembre, el compostelano Gaceta de Galicia lamentaba que fueran contados los afortunados de Padrón puesto que una parte del billete [compuesto de diez décimos, igual que ahora] había sido remitido a Portugal y otra, vendida en el café/casino que un tal Cayetano Pumariño regentaba en Villagarcía. Además, un décimo había ido a parar a Pueblo y otro a Pazos, en A Escravitude. «Circulan noticias muy contradictorias respecto a este premio y por ahora nada más en concreto podemos decir», avisaba.
Cuatro días más tarde, el mismo periódico reveló que uno de los suertudos había sido un emigrante retornado de América, Ramón González. Aquel indiano había comprado todo un décimo, lo que le reportó la muy considerable cifra de 25.000 pesetas. Faltaban unos días para que se le casase una hermana, con lo que «para tal suceso se prepara una regueifa monumental».

Ese mismo 30 de diciembre otro rotativo santiagués, El Eco de Galicia, dio a conocer más premiados. Al guarda de consumos de Vilagarcía le tocaron 8.000 reales [cuatro reales=una peseta]; al notario Ignacio Viñas, destinado en A Escravitude, le cayeron 6.000; y al jefe de la estación de ferrocarril de esta última localidad, 4.000.
Y el 2 de enero de 1894, la repanocha. El Lucense se congratulaba en anunciar que entre los favorecidos con el 29.034 —5.000 pesetas, le tocaron— «figura nuestro querido amigo el laureado vate Enrique Labarta» que, consultando Internet, fue un escritor y periodista satírico a quien le corresponde un rarísimo honor, solo por el cual y con independencia de sus muchos o pocos méritos literarios ya nunca podrá ser descabalgado de las páginas de la historia: su retrato fue la primera fotografía aparecida nunca en un medio impreso en Galicia. Tomada por el verinense Francisco Zagala, se había publicado a principios de aquel mismo 1893 ilustrando el semanario Extracto de Literatura, que el bardo dirigía. Sus lectores la pudieron contemplar el día después de Reyes encima de un inefable poema:

Y llegamos, por fin, a nuestra estación término.
Resulta que uno de los huidizos décimos evadidos de Padrón había ido a parar a Riveira. Hasta allí le siguió la pista el diario coruñés La Voz de Galicia, que sacó una información el 5 de enero de 1894. Al día siguiente y con un texto parecido también lo hizo el entonces ferrolano El Correo Gallego:
«No se sabía hasta ahora el paradero de dos de los décimos del número 49.034, expendido para el sorteo de Navidad en la villa de Padrón, y que resultó agraciado como saben nuestros lectores, con 250.000 pesetas.
En Riveira (Noya) cayó uno de los ignorados décimos y se halla muy repartido, para no desmerecer sin duda de sus colegas.
Gran número de interesados en ese décimo son pobres.
A doña Juana Martínez le corresponden 5.000 reales; á D. Salvador Soler, 10.000; á D. Manuel Saiñas, 21.000; á D. Joaquín Lorenzo, 5.000; á D. Ricardo Núñez, 5.000; á un señor Moraña, 2.500; á D. Ramón Campos, 2.500; á D. Marcelino Canedo, 12.500 (de estos repartió más de la mitad); á un vecino de Corrubedo, cuyo nombre desconocemos, 5.000; á D. Cándido Baspino, 5.000, y, finalmente, á un señor Calvino y á otros varios, diversas cantidades de menos importancia.
Como se ve, resultan repartidos con verdadera profusión los 5.000 duros correspondientes al décimo de Riveira.» [El Correo Gallego, 6 de enero de 1894]

Y bueno. A nuestro anónimo paisano le cayeron 5.000 reales por su porción del sexto premio, lo que no está nada mal teniendo en cuenta que un carro con toldo y arreos [el coche full equip de su tiempo] costaba por entonces 800 reales. Confiamos en que le hubiese cundido el dinero.
Nosotros lo dejamos. Falta un día para que los bombos y las bolas empiecen a rodar. A ver qué le depara la suerte al 64.515, el número al que juega el bar. Aunque después de los dos naufragios acaecidos unas millas al norte (de vez en cuando escuchamos el girar de aspas del helicóptero de salvamento), eso ya nos da lo mismo.
Felices Fiestas.

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