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Un temporal reciente en el mar de A Ladeira: el lugar de los acontecimientos contados en el post

La realidad es obstinada y por mucho que haya quien pretenda alimentar un mito los hechos contantes y sonantes al final siempre se acaban por imponer. O casi siempre.

Esta fue una reflexión que nos hicimos a raíz de conocer la historia que os traemos hoy. La de un naufragio en los bajos de Corrubedo que apenas ocupó unas pocas líneas en la prensa de aquel lejano año 1885. Los periódicos la despacharon con dos o tres frases —cuando no una sola: algún texto cabría en un tuit y sobrarían caracteres— y, entretanto, medraba la leyenda de una población ruin y desalmada que no le hacía ascos a recurrir a cualquier argucia para hundir un barco, saquear el botín y expoliar a sus víctimas. Una leyenda que acabaría por engendrar veinte años después la conocida como Costa de la Muerte en su connotación más truculenta, en su acepción más negra.

Pero esta vez nos ha sonreído la suerte y, cuanto menos a propósito de lo que os vamos a contar aquí, hemos encontrado un documento que desarma esa patraña. Como ese raro medallón que abre la puerta secreta tras la que se esconde el tesoro (ay, los libros de aventuras de nuestra infancia), nuestro pequeño hallazgo nos ha descorrido el velo a lo que la prensa no explicó. Y pudimos conocer el nombre de los héroes.

La realidad casi siempre se acaba por imponer, decíamos. Esta vez ha sido así, aunque tuvieran que transcurrir 132 años para completar el puzzle… ¿A alguien le importa?

Sí. A nosotros.

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Dos líneas es lo que le dedicó el diario La Vanguardia al naufragio de la Dichosa

La primera huella que nos puso sobre el rastro de esta historia la encontramos en La Vanguardia el 17 de febrero de 1885. Su contenido decía así:

«En el vapor Victoria llegaron el miércores a Vigo seis náufragos de la corbeta Dichosa, que se fue a pique en los bajos de Corrubedo».

Eso era todo.

Afinando nuestra puntería, buscamos a fondo en las semanas precedentes. Fue así como encontramos diversas referencias al naufragio en algunos diarios, todas ellas de lo más escuetas. Por ejemplo:

«La goleta española Dichosa, de la matrícula de Villajoyosa, con cargamento de sal, ha naufragado cerca de Villagarcía. La tripulación se ha salvado». La Correspondencia de España (3 de febrero de 1885).

O también:

«La goleta española Dichosa, de la matrícula de Villajoyosa, con cargamento de sal, ha naufragado cerca de Villagarcía. La tripulación se ha salvado». El Correo Militar (4 de febrero de 1885).

O en el mejor de los casos:

«Según notifican hoy de Villagarcía, en la tarde de 31 la goleta Dichosa naufragó cerca de Corrabuda [sic], salvándose los siete hombres que componían la tripulación. El cargamento, que era de sal, se ha perdido por completo. El temporal de SO. arrecia». La Época (3 de febrero de 1885).

Y si nos vamos un poco más adelante:

«El vapor Victoria que entró ayer en este puerto conducía seis náufragos, pertenecientes a la tripulación de la corbeta Dichosa que naufragó en Corrobedo [sic]». Gaceta de Galicia (14 de febrero de 1885).

Y así podríamos seguir con un puñado de periódicos más. No muchos.

Para ponerse en situación hay que conocer el contexto en el que se lanza la noticia. En aquel entonces la fama de los habitantes de Corrubedo no era precisamente intachable y así lo constatamos leyendo algunos escritos. Por ejemplo, en ese mismo año 1885 el jurista y pensador muradano Joaquín Díaz de Rábago (abuelo de Carmela Arias y Díaz de Rábago, difunta condesa de Fenosa) escribía lo siguiente a propósito de la posibilidad de establecer una embarcación de salvamento en nuestro pueblo:

«Hay allí valentísima y experta población pescadora que puede prestar el más o menos, siempre expuesto servicio del bote salvavidas. Y digámoslo en voz baja, hasta porque pudiera no ser cierto, pero la gente de la costa aquella, puesto que no tanto como las de otras, no goza con todo de la más inmaculada reputación en materia de naufragios». La institución del Salvamento de Náufragos (1885).

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Joaquín Díaz de Rábago. Otro día hablaremos (bien) de él.

Un poco sibilino, ¿no? Aunque para caricias hacia nuestros antepasados las dispensadas tres años después en este artículo:

«Debe tenerse presente también que la gente de mar de los dos puntos citados [el plumilla se está refiriendo a los cabos Finisterre y Corrubedo] está desposeída en absoluto de todo sentimiento humanitario y que de lo que trata solamente cuando ocurre un naufragio, es de saquear cuanto puede sin preocuparle nada la suerte de los náufragos a los que no presta el más pequeño auxilio, teniendo lugar en muchos casos desgarradoras escenas que solo pueden compararse con las que nos refieren de las costas de Marruecos en que los pobres náufragos que tienen la desgracia de salvarse, son víctimas del furor de los salvajes». El Correo Gallego (14 de abril de 1888).

Sin comentarios.

«Hechos contantes y sonantes», escribíamos al principio. Ya estamos tardando en relatar lo sucedido. Vamos con ello.

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Una goleta fondeada en el puerto alicantino de Villajoyosa

La Dichosa fue una goleta con base en Villajoyosa, localidad de la costa valenciana que tres décadas antes había vivido su gran momento de esplendor (llegó a ser el segundo puerto con mayor número de matrículas navales de España) pero que ya paladeaba el amargor del declive condenando a sus vecinos a la dura emigración.

En el que a la postre fue su último viaje, la Dichosa había zarpado desde el Mediterráneo con destino a Gijón al mando del capitán Gabriel Paérez. Transportaba un cargamento de sal. A su paso por las costas gallegas comenzó a soplar un viento sudoeste duro, con mar arbolada, y el buque optó por fondear delante de una playa. Eran las ocho de la mañana del sábado 31 de enero  y el arenal frente al que había echado el ancla era el de A Ladeira.

Mala decisión.

Muy mala decisión… Así lo entendieron los experimentados marineros de Corrubedo que al divisar aquello comprendieron que la situación de la goleta era insostenible y terminaría por perderse en unos escollos que tenía a sotavento, abocando a sus ocupantes a una muerte segura. A despecho de las lindezas que transcribimos antes, nuestros vecinos no se quedaron quietos con un ojo en el reloj esperando el momento del saqueo como quien aguarda por la hora del chiquito… Nada de eso… El tiempo era malísimo (quisiéramos ver al articulista de El Correo Gallego en las mismas circunstancias), pero eso no les acobardó y diez de ellos embarcaron en una lancha llamada San Antonio y Ánimas y, plantando cara al temporal, remaron hasta el buque.

Ni que decir tiene que sus predicciones se cumplieron y la nave se acabó por estrellar contras las rocas pero ellos ya estaban allí para tender los brazos y salvar las vidas de los ocho (siete, según otras fuentes) tripulantes que viajaban en la Dichosa.

¿El furor de los salvajes en las costas de Marruecos? ¿y digámoslo en voz baja? 😠

Del resto de la historia ya hemos adelantado algo. El miércoles 13 de febrero los náufragos llegaron a Vigo a bordo del Victoria (todos menos el capitán, que tuvo que permanecer en Pobra do Caramiñal para responder en el sumario abierto por el ayudante de marina del distrito). Allí embarcaron en dos vapores y zarparon felizmente rumbo a sus hogares bañados por las aguas mansas del mar Mediterráneo.

Y ahora sí, vamos a reproducir el nombre de los héroes: el patrón del San Antonio y Ánimas se llamaba José Manuel Díaz Prego y los marineros, Roque Ageitos Fernández, José García Díaz, Agustín García DíazJosé Manuel Enríquez Graña, José Romay VidalFidel Rodríguez GrañaEduardo Ageitos GrañaJosé María Lojo Mira y Juan Ramón Mariño Vidal. Apellidos muy corrubedanos. ¡Hurra por ellos!

Bueno… ¿y cómo hemos averiguado todo esto? Lo hemos encontrado en un boletín de la Sociedad Española de Salvamento de Náufragos, el correspondiente al mes de marzo de 1885 (año I, número III), en cuya página 6 el presidente de la Junta de Salvamento de Náufragos de Villagarcía, Ramón Sotelo, da cuenta de la información que le transmitió el comandante de marina de esa localidad y que a este le refirió a su vez el ayudante de marina de Caramiñal [un aparte: en buena hora se nos ocurrió quitar unas fotos a una exposición que hubo en el 2014 en la biblioteca local de Ribeira compuesta por documentos del archivo histórico municipal relacionados con naufragios: ampliando una de estas imágenes fue como descubrimos nuestro providencial medallón].

Ya nos referimos en una ocasión a esta sociedad nacida en 1880 con el fin de auxiliar a los accidentados en el mar. La mentamos en relación con otra hazaña épica de nuestro pueblo: el rescate del Debonair. No será la última vez que hablemos de la institución. Y es que en los meses que sucedieron al naufragio de la Dichosa su sombra se cernirá ominosa sobre Corrubedo.

Pero esa es otra historia.

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El naufragio de la Dichosa relatado en el Boletín de la Sociedad de Salvamento de Náufragos

[Algunas fuentes consultadas: Historias de naufragios en tres Finisterres europeos: Land’s End (Inglaterra), Dingle (Irlanda) y Finisterre (España) (Fernando Alonso Romero), Crisis de la marina mercante de la Vila Joiosa a finales del siglo XIX (La Vila Joisa i la mar, història i personatges)]