El 10 de enero de 1934 el albañil comunista holandés Marinus van der Lubbe fue guillotinado en la prisión de Leizpig tras ser declarado culpable de plantar fuego al edificio del Reichstag, sede del parlamento alemán. Si lo hizo o no es algo nunca aclarado, pero el incendio sirvió de excusa para la aprobación de un decreto que recortó drásticamente las libertades civiles y abrió la puerta a la represión. Aquel documento infame —una sentencia de muerte para la democrática República de Weimar— lo había firmado el octogenario presidente Paul von Hindenburg persuadido por su nuevo canciller elegido tres semanas antes. Se llamaba Adolf Hitler.
El 10 de enero de 1934 se inauguró en el 137 del bulevar parisino de Saint Germain el primer instituto francés de psicoanálisis bajo financiación de la princesa Marie Bonaparte, sobrina nieta de Napoleón. Su ceremonia de apertura estuvo presidida por Edouard Pichon en tanto que Max Eitingon y Sigmund Freud enviaron sendos telegramas dando la enhorabuena. El sueño de aquel santuario del subconsciente no duró mucho: en la primavera de 1940 cerró sus puertas mientras se oía el retumbar de botas del yugo nazi.
El 10 de enero de 1934 el gobierno de la Segunda República anunciaba por escrito la contratación de una obra por la que un pueblo pescador llevaba suspirando durante décadas, sino siglos. Aquel documento inane no cambió el rumbo de la historia, pero dio sustancia real a la pulsión colectiva de toda una comunidad cuyo temperamento estaba ligado a las veleidades del mar como una nube a las veleidades del viento. El puerto de Corrubedo ya tenía quien lo construyera.
[Continuamos la historia del puerto de Corrubedo. Para conocer su origen: pulsa aquí]
El Consejo de Ministros había aprobado el 17 de octubre de 1933 la construcción del embarcadero de Corrubedo pero ya sabemos que los engranajes de la maquinaria administrativa suelen ir lentos. No fue este el caso, sin embargo. Luego de años de desesperada espera los últimos trámites discurrieron a todo gas, como si tras kilómetros y kilómetros de aguas remansadas nos hubiésemos metido en un rápido.
Y es que solo tres días después, el 20 de octubre, Gaceta de Madrid comunicaba la apertura del proceso para contratar la construcción del muelle en un anuncio firmado por Niceto Alcalá-Zamora, presidente de la República, y Rafael Guerra del Río, ministro de Obras Públicas. Para su ejecución se establece una cuantía de 144.454,03 pesetas repartidas en dos anualidades, la primera de 5.000 pesetas. El texto revela un dato que nos confunde, pues afirma que el Pósito de Pescadores de Corrubedo va a contribuir financiando el 25% y esto se contradice con lo que reflejan las actas de los plenos del Ayuntamiento de Riveira según hemos tenido oportunidad de ver. Algo no cuadra.

La subasta es convocada poco después y fija una fecha: el 30 de diciembre. Quien quiera postularse debe hacer su oferta en sobre cerrado y en horario de oficina antes de la tarde del 23 .
El miércoles 10 de enero de 1934 se anuncia el resultado:

Así pues, el mejor postor ha sido Jesús Montero Suárez tras presentar una oferta de 135.627,42 pesetas, lo que supone una rebaja de 8.826,61 sobre el precio inicial. Lo suscribe el director general de Puertos, Nicolás de la Helguera Ortiz, y el jefe de obras públicas de la provincia de La Coruña.
Jesús Montero Suárez… Hemos buceado por ahí a ver qué otras actuaciones hizo este señor y hemos encontrado unas cuantas. Todas en Galicia. Por ejemplo, una casa de socorro en el Ensanche de La Coruña, ya derruida. Y el muelle de Sada, del que poco debe de quedar. Y la apertura de un camino entre Órdenes y Portomouro. También contribuyó a la reforma del edificio del antiguo Banco de España de Santiago de Compostela para transformarlo en el Museo de las Peregrinaciones. Pero la que más nos ha molado fue el Observatorio Meteorológico de La Coruña, construido en 1927 en Ciudad Jardín y considerado en la época un edificio rompedor… allí sigue, pintado de verde y blanco y desempeñando la misma función como sede territorial de AEMET, la Agencia Estatal de Meteorología.

El proyecto de Corrubedo ya lo hemos explicado. Básicamente prevé la creación de una rambla de 111 metros de longitud y un dique de abrigo hasta Concheiro do Chan, además de un malecón de piedra uniendo ambas instalaciones.
Pero había algo que los vecinos echaban en falta y bien que lo hicieron saber. En la portada de noviembre de 1934 de la revista España Marítima y Pesquera, referente periodístico de las cosas del mar dirigido por el ferrolano Alfredo Saralegui Casellas (quien con la llegada del franquismo cayó en desgracia al ser falsamente acusado de comunista), sale impresa una frase perentoria.

Y esto es lo que dice la página 10:
«EL PUERTO DE CORRUBEDO NECESITA UNA LUZ
El puerto de Corrubedo —Coruña— necesita una luz de situación fija en el extremo o punta del muelle, que sirva de orientación a los marineros, no sólo los que tripulen embarcaciones de aquel puerto sino también los que se vean precisados a refugiarse en él, ya que existe el peligro de los escollos de Guimarán y Concheiro Vicudo, a muy poca distancia de la entrada de dicho puerto.
ESPAÑA MARÍTIMA une su ruego al de los marineros y entidades de Corrubedo que solicitan del Ministerio de Obras públicas la colocación de la luz que las condiciones de aquel puerto reclaman urgentemente.»

En realidad la solicitud no es ni mucho menos nueva, pues doce años antes, el 10 de diciembre de 1922, el Ayuntamiento de Riveira había planteado una demanda similar («una luz permanente en el punto llamado Concheiro») a Rafael Gasset Chinchilla aprovechando que había sido nombrado ministro de Fomento. Nuestros munícipes se lo debieron tomar igual que los vecinos de Villar del Río ante la llegada de los americanos en Bienvenido, Mister Marshall porque hay que ver la de cosas que pidieron a este señor [padre, por cierto de Ricardo Gasset Alzugaray].
La proposición se repitió nueve años después en una sesión ordinaria del pleno de 18 de mayo de 1931 en la que los concejales Manuel García Pérez y Donato Prego Mariño demandaban «que por el Ayuntamiento se solicite de Obras Públicas la colocación de una luz de enfilación para la entrada del Puerto en la piedra llamada Concheiro bajo».
Podéis consultar estos documentos aquí:
Y aquí:
Volviendo a las obras ya adjudicadas, debemos reconocer que los trabajos fueron muy rápidos. El 29 de enero de 1935, apenas un año después del —para nosotros— histórico anuncio, el diario vigués El Pueblo Gallego daba cuenta de la conclusión de los embarcaderos de Corrubedo y Aguiño y del inminente comienzo del de Castiñeiras.

Pero… ¿y la luz? La respuesta la encontramos el 12 de mayo de 1935 en el periódico coruñés La Voz de Galicia. Según publica en su página 5, el pleno de la Cámara de Comercio de La Coruña bajo la presidencia de Rogelio Fernández Conde «acordó informar favorablemente la instalación de una luz en el morro del dique recientemente construido en Corrubedo».
Desconocemos quién, cuándo y en qué condiciones se instaló, pero lo cierto es que nuestros antepasados lograron su primera farola [ojo: no la actual] redondeando esa cautivadora estampa no tan distinta a la que domina nuestra mirada cada vez que la dirigimos al abra de Corrubedo.

Nos queda una cosa más… Toda obra suele entrañar molestias y daños colaterales y esta no fue una excepción.
El viernes 4 de octubre de 1935, un día después de que cien mil soldados del ejército italiano invadiesen Etiopía para satisfacer las ansias expansionistas de Benito Mussolini (lo que de facto acabaría por dar finiquito a la Sociedad de Naciones), el pleno del Ayuntamiento de Riveira se reúne en sesión supletoria por circunstancias menos relevantes para la paz mundial. En el encuentro, el concejal José Ramón Paz Lampón aduce que «por virtud de las obras del muelle del puerto de Corrubedo y debido al mucho tránsito de carros del país conduciendo materiales para el mismo, la calle principal sufrió gran deterioro y propone su inmediato arreglo pues el tránsito aquí a pie se hace con gran dificultad».
La sugerencia fue aprobada unánimemente.

Imagen del 10 de enero de 2018 [tomada hace un rato]
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