
Sor Cándida dedicó 64 años de su vida a servir a los desamparados de Triana, barrio de Sevilla castizo donde los haya. Aunque casi ha transcurrido medio siglo de su muerte, su nombre sigue siendo pronunciado con afecto pues dejó una huella imborrable en el corazón de los trianeros por obra y gracia de su desbordante humanidad.
Y alguien se preguntará: ¿Qué pintan en un blog como el nuestro las andanzas de esta buena mujer a orillas del Guadalquivir ?
Bueno…
¿Sabéis cuáles eran los apellidos de Sor Cándida?
Prego Brión.
Más corrubedanos, imposible.

Pues sí. Cándida Prego Brión nació en nuestro pueblo tal día como hoy hace 136 años: el 17 de noviembre de 1881. Con 24 años ingresó en la Congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, compañía femenina fundada en 1633 con el fin de proporcionar alivio corporal y espiritual a los pobres enfermos.
El 17 de enero de 1906, la joven Cándida llegó a Triana para prestar sus servicios en la Escuela y Cocina Económica de Nuestra Señora del Rosario. Así se llamaban el colegio y el comedor social inaugurados dos años antes, el 9 de mayo de 1904, en la calle Pagés del Corro, nº 32. Las instalaciones habían sido promovidas por la Real Maestranza de Caballería de Sevilla al objeto de celebrar la mayoría de edad de Alfonso XIII —quien era Augusto Hermano de esta ilustre institución— y donadas para su gestión a las Hijas de la Caridad.

Hay que ponerse en el contexto. A principios del siglo XX Triana era una zona más bien marginal, poblada por gente humilde. Marineros, obreros y artesanos (y toreros, cantaores y bailaores de flamenco) coloreaban este barrio andaluz que había nacido en la época romana como colonia defensiva y peaje comercial que debía franquear quien quisiera entrar en la próspera Hispalis de más allá del río. En sus primeros años, el comedor atendía diariamente a unas veinte personas necesitadas, sobre todo ancianos y transeúntes, amén de servir desayuno, comida y cena a los alumnos de la escuela.
En este ambiente se desenvolvía Sor Cándida, quien en algún momento creemos que tempranero se hizo la responsable de la Cocina Económica. Las crónicas hablan de su «corazón noble, desprendido, lleno de compasión», de su «dulce sonrisa» y de su «gesto amable»… También de su «carácter», que sacaba a relucir cada vez que tenía que partirse el pecho por los pobres famélicos y, teléfono en mano, arrodillada, demandaba a la Junta de Abastos nuevos sacos de arroz, garbanzos o lentejas. Era tal su fe o su vehemencia que nunca recibía un «no».
La hambruna se recrudeció con la Guerra Civil y atrás quedaron los tiempos en que solo veinte bocas buscaban alimento. En los años duros de la posguerra llegaron a ser quinientos y hasta seiscientos las desvalidos que acudían diariamente al comedor de Pagés del Corro. Las colas rodeaban la calle. Pero ahí estaba ella, en los fogones, para proporcionarles sustento.
Un puñado de anécdotas dan cuenta de su talante. Una vez desarmó con una invitación a la mesa a un comunista (en aquella negra época a todos los malhechores los calificaban así) que blandía amenazante un cuchillo. En otra ocasión amansó a un guardia civil que se disponía a aporrear a un blasfemo («señor, perdónele, que no sabe lo que hace»). Y cuando murió Manuel Azaña abrazado a un crucifijo, se fue a la capilla para agradecer a la Virgen una conversión por la que había rezado a diario desde que, cierta vez, recortó del periódico una foto del presidente de la Segunda República, ateo recalcitrante, y colocó sobre ella la Medalla Milagrosa.
Fueron tantas las muestras de altruismo que alguien pretendió ponerle su nombre a una calle y concederle la Medalla de Honor de Sevilla. Ella rehusó tales distinciones… Y es que, como afirmó Jesús de Nazaret, su Reino no era de este mundo.

Ya en el crepúsculo de su vida, Sor Cándida pasó a ocupar la portería del Colegio Nuestra Señora del Rosario. Sus fuerzas habían menguado, pero su generosidad permaneció intacta y sus bolsillos siempre llenos de trozos de chocolate para endulzar las meriendas de los niños.
El alma de Sor Cándida voló al cielo el 31 de octubre de 1968 [el otoño que viene se cumplirán 50 años] y nosotros nos sentimos afortunados de poder rescatar la memoria de esta extraordinaria mujer que, un día, cambió el mar bravo de Corrubedo por las crecidas del río Guadalquivir y acabó por convertirse en la madre de todos los pobres de Triana.

[Algunas fuentes consultadas: «Sor Cándida Prego» (Somos Vicencianos) «Historia» (Comedor y servicios asistenciales Nuestra Señora del Rosario), «Alma Corazón y Vida de «El Comedor» (1)» (Comedor es Noticia nº 7, enero de 2008)]
13/02/2021 at 13:46
Saludos desde el Sur de Francia !
Por azar, encuentro el blog donde hablan del colegio Nuestra Sra. Del Rosario de Triana, Sevilla. Tengo 77 años, soy sevillana y estuve de pequeña en ese colegio donde además fui una de las primeras alumnas que se prepararon allí para el bachillerato, a finales de los años 50 y comienzo de los 60. Eramos un grupito de seis niñas .
Con 19 años, en 1963, conocí a mi marido, un francés, con el que me casé y llevo casada 58 años. Desde entonces vivo en Francia, aunque he te tenido la oportunidad de volver a menudo a visitar a mi familia. Tambien la ultima vez, hace tres años, pasé por el colegio y tuve la alegría de ir al colegio, visitar la capilla, ver los cambios que se han efectuado desde “ el siglo pasado” .
Naturalmente he conocido a Sor Candida, nunca supe que era gallega, ya era mayor y estaba siempre en la portería, a Sor Genoveva, Sor Angela, que nos daba las clases de religión, Sor Manuela, Sor Casilda y muchas otras de las que guardo muy buen recuerdo. Mi infancia y parte de la adolescencia fue feliz con ellas y me inculcaron muy buenos principios.
Me gusta mucho el blog, la historia me apasiona y los temas muy interesantes.
Un cordial saludo, Maria de los Reyes Tous
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