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El nacimiento de Venus, pintado por Botticelli

«Ophiussa porro tanta panditur latus,
quantam iacere Pelopis audis insulam,
Graiorum in agro. Haec dicta primo Oestrymnis,
locos et ama Oestrymnicis habitantibus;
post multa serpens effiígauit Íncolas,
uacuamque glaebam nominis fecit sui.
Procedit inde in gurgitis Veneris iugum,
circumlatratque pontus Ínsulas duas
tenue ob locorum inhóspitas. Amium
rursum tumescit prominens in asperum
Cursus autem hinc classibus
usque in columnas effícacis Herculis
quinque est dierum. Post pelagia est insula
herbarum abundans atque Saturno sacra.»

Latín. Del siglo IV. Aunque se afirma que estos versos [hay más] son una adaptación de un texto en griego bastante anterior. Del siglo VI antes de Cristo, nada menos, en la que sería la descripción geográfica de la península Ibérica más antigua de que se tiene constancia.

¿Y qué carallo pinta aquí?

Bueno… teorías hay un huevo. Eruditos de todo el mundo se han devanado los sesos tratando de asignar los lugares que cita a emplazamientos actuales. Y sí: alguien apuntó que uno de los hitos se podría corresponder con Corrubedo. Séptima línea: «Veneris iugum». «Cabo de Venus».

Quien formuló esta hipótesis no fue ningún paisano que barriese descaradamente para casa. El tipo que la propuso era portugués. Y no nos parece un choíñas: al menos, tiene su propia entrada en la Wikipedia en 11 idiomas distintos. Que ya son.

Corrubedo identificado con la diosa del amor. ¿Hay algo más bonito? ❤

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El autor de los versos

Antes de entrar en materia, un poco de historia antigua. Este señor de aquí se llamaba Postumius Rufus Festus, aunque era popularmente conocido como Avienus (en castellano, Avieno). Nacido en Etruria. Miembro de una ilustre familia senatorial a la que pertenecieron también el filósofo estoico Gaius Musonius Rufus —profesor de Epicteto y de Plinio el Joven— y el poeta latino Publilius Optatianus Porfirius.

Avieno fue un hombre de mundo que desde la cosmopolita Roma emprendió viajes a sitios como Delfos o Cádiz. Dominaba el griego y le molaban los clásicos. Tradujo al latín textos bastante rebuscados como el Phenomena de Arato —un tratado de astronomía— y la Periégesis de Dionisio el Periegeta —una descripción del mundo habitado.

Pero la razón de que estemos escribiendo de él aquí se oculta en otra obra. Su nombre, Ora Maritima, peregrinación geográfica por las costas de Europa desde Britania hasta el mar Negro o Ponto Euxino.

Se dice que esta composición bebió directamente de otra muy anterior denominada Periplo Massaliota: una especie de manual para comerciantes que indicaba las rutas navales a emplear por fenicios y tartesios en el comercio de estaño, un mineral esencial para lograr bronce mezclándolo con cobre. La pieza, hoy perdida, data del siglo VI a.C. y hay quien la atribuye a un tal Eutímenes de Masalia, un explorador marsellés que alcanzó en sus correrías la costa oeste de África llegando hasta Senegal.

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Estatua de Eutímenes en su Marsella natal

Volviendo a la Ora Maritima, se conservan únicamente 713 versos. Nosotros hemos copiado 14, correspondientes al fragmento que va del 152 al 165. Los traducimos:

«Ofiusa se proyecta tanto hacia delante con sus costas,
como oyes decir que la isla de Pélope se alarga en el
territorio griego. Fue llamada, al principio, Estrimnis,
porque los estrimnios poblaban sus parajes y cabos;
después, una multitud de serpientes hizo huir a sus
habitantes y dejó el territorio privado de su nombre.
Avanza, a continuación, en dirección a los abismos
marinos, el cabo de Venus, y el mar ladra alrededor de
dos islas despobladas por la estrechez de sus parajes.
Después, el cabo Arvio se eleva altivo hacia el
septentrión desapacible; desde aquí, pues, hasta las
columnas de Hércules victorioso, los navíos tienen una
singladura de cinco días. A continuación, hay una isla en alta mar,
rica en plantas y consagrada a Saturno.»

Joder con la Guía Michelin. La inspiraría un marsellés pero como si estuviese escrita en chino. No nos quedó más remedio que mitigar nuestra incultura investigando un poco y fue así cómo nos enteramos de que Ofiusa (literalmente, «tierra de serpientes») era cómo llamaban fenicios y griegos a la península Ibérica (o a parte de ella, no está del todo claro) mientras que a sus habitantes los conocían como estrimnios, probablemente una población precelta… Las columnas de Hércules son el estrecho de Gibraltar, eso hasta lo sabemos nosotros, pero las identidades del cabo Arvio y del cabo de Venus siguen siendo motivo de controversia entre los exégetas de Avieno.

Ciñéndonos al «Veneris iugum», os invitamos a buscarlo en Internet. Siendo como era la diosa del amor y la belleza, normal que le hayan salido multitud de pretendientes: según donde deis, veréis identificado el sitio con el cabo de Gata, el cabo Higuer, el cabo Ortegal, el cabo Vilán, el cabo Touriñán, el cabo Fisterra, la punta Tarifa, el cabo Machichaco…

Y el cabo Corrubedo. Of course. Quien sugirió esta posibilidad fue este tío tan pintón:

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Pura pose

Sombrero canotier, reloj de bolsillo, chaleco abotonado, lápiz y papel mientras se recuesta indolente sobre una cacho de roca como si le importase un carajo ensuciar su bonito traje claro —bastante arrugado, por cierto— porque tiene muchos más, bien planchados en su armario. Nuestro dandi se llama José Leite de Vasconcelos (1858-1941). Su origen es aristocrático y sus raíces se hunden en la tierra de Ucanha, una aldea vinatera bañada grácilmente por un afluente del Duero.

El tipo estudió Ciencias Naturales y Medicina, pero acabó por convertirse en un eminente arqueólogo, filólogo y etnógrafo: tres campos del saber a los que consagró sus neuronas con la idea de escudriñar los recovecos más oscuros del alma portuguesa.

Y se puede decir que lo consiguió y por eso el Museu Nacional de Arqueologia, situado en Lisboa y del que fue su primer director, lleva su nombre. La obra más aclamada de Leite de Vasconcelos es la monumental Religiões da Lusitânia, que le ocupó 16 años de trabajo y germinó en 1.600 páginas del ala divididas en tres tomos para trazar un extenuante recorrido por la historia de las religiones en el país luso. Nosotros vamos a detenernos en el volumen 2. Esta es su portada:

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Publicado en 1905 por la Imprenta Nacional

Si el volumen 1 versaba sobre las religiones de los tiempos prehistóricos y el volumen 3 sobre las religiones de los tiempos históricos, el volumen 2 profundiza en las religiones de los tiempos protohistóricos… esto es, en aquellas imperantes antes de la colonización romana. Fenicios, íberos, ligures, celtas y africanos tienen cabida en un tomo que casi no deja río, fuente, monte, bosque o tramo de costa por escrutar en busca de deidades de variopinto pelaje, incluyendo las radicadas en la Gallaecia que, a ojos del arqueólogo, formaba parte de Lusitania.

Así es cómo llegamos a la página 223:

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«Pela costa gallega»

«Na Ora marítima, v. 158, falla-nos Avieno do Veneris iugum, de situação incerta: talvez elle corresponda ao moderno Cabo Corrobedo, na Galliza. — Do mesmo modo que Saturno ou Kronos, e Hercules ou Héracles representavam divinidades phenicias, sobre o que vimos acima,— tamben aqui por Venus (= Aphrodite) se ha de entender outra: acaso Astarte

El texto, que no precisa traducción, no entra en los razonamientos que condujeron a su barbado autor a pensar en Corrubedo y no en cualquier otro cabo [una de las pistas más sólidas que hemos visto en otros estudios para intentar ofrecer una hipótesis es la presencia cercana de esas «dos islas despobladas por la estrechez de sus parajes» de las que habla el verso 159: ¿Sálvora y Vionta, tal vez?]. Pero Vasconcelos sí se atreve a proponer la identificación de la romana Venus (Afrodita en griego) con la fenicia Astarté: diosa de la fertilidad, la vida, la naturaleza y los placeres carnales, pero también del infierno, la noche, la muerte y la guerra, conocida en Babilonia como Ishtar y en la Biblia como Astoret.

Lo que, bajo nuestra interpretación, quiere decir que si el portugués estuviese en lo cierto aquí pudo haber un santuario consagrado a esta divinidad en los tiempos del marsellés Eutímenes…

Una conjetura inquietante y bastante inverosímil. Aunque, bien pensado, ahí en frente de nuestro cabo, en punta Couso, existe un lugar que todos conocemos como Muelle Fenicio. Y ya… ya sabemos que quienes en realidad lo construyeron fueron los fomentadores catalanes, por lo menos bajo su configuracion actual. Pero…

¿Y si hubiera algo más que se nos escapa?

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Astarté, diosa total

[Algunas fuentes consultadas: Religiões da Lusitânia (volumen 2, de José Leite de Vasconcellos), Galicia, ¿en la Ora Maritima de R. F. Avieno? (Ana María Suárez Piñeiro, Cuadernos de Estudios Gallegos, Santiago 2002), «Rufus Festo Avieno» (Inter Classica), «Antigos Estudantes Ilustres da Universidade do Porto. José Leite de Vasconcelos» (Universidade do Porto)]