
Pues sí.
Francisco Franco en Corrubedo.
Sorbiendo nuestro aire. Pisando nuestro suelo. Escrutando nuestras vistas con esos ojillos malignos desde la atalaya de su metro sesenta y tres.
No es ficción. Eso pasó.
Ocurrió hace hoy 67 años: el 17 de septiembre de 1950, también domingo. Viajaba «de riguroso incógnito» con su señora, Carmen Polo.

Mientras las fuerzas de las Naciones Unidas se hacían fuertes en la costa de Inchon [léase arriba la noticia central de la página] en una operación denominada Chromite que devendría decisiva en la reconquista una semana después de la ciudad de Seúl y con ello en la espantada del ejército invasor de Kim Il-sung, abuelo del Amado Líder Kim Jong-un, hasta más arriba del paralelo 38, lo que a la postre pondría fin a la Guerra de Corea con un armisticio que creó una franja fronteriza desmilitarizada de cuatro kilómetros de ancho entre aquellos dos remotos países orientales, algo que no le importaría un pimiento a nadie sino fuese porque estábamos ante el primer pulso encubierto, vicario, subrepticio, entre la URSS y los Estados Unidos, las dos potencias surgidas de la Segunda Guerra Mundial, pues bueno… el Generalísimo estaba disfrutando junto con su esposa de unos días de asueto por tierras gallegas.
Claro que España no pintaba nada en política internacional. Nada de nada. Se había pasado la segunda mitad de la década de los cuarenta aislada, sin amigos, sufriendo unas hambrunas terribles que diezmaban la población… el caso es que los últimos movimientos en el tablero geoestratégico, con los rusos de Stalin como los nuevos malos, estaban a punto de hacer cambiar algunas cosas puesto que a los yanquis les venía muy bien tener entre sus aliados a una nación obcecada en detectar comunistas y conspiraciones judeomasónicas. Es por ello que el 27 diciembre de 1950 —lo remarca la página web de la Fundación Francisco Franco como uno de los hechos memorables de aquel año— Truman se digna nombrar por fin embajador en Madrid, y nosotros en Washington, en un gesto indicativo de un tibio aperturismo que iba a ir a más. Nos llama la atención otro de los acontecimientos reseñados en la citada web: la boda celebrada el 10 de abril de 1950 entre su única hija, Carmen Franco y Polo, y el marqués de Villaverde Cristóbal Martínez-Bordíu, un enlace que mereció por supuesto la portada del Hola.

Y ahora al grano. Los Franco habían llegado el sábado 16 de septiembre a la ensenada de A Pobra a bordo de su yate, el Azor, que había sido botado un año antes en el astillero ferrolano de Bazán. El barco, famoso por servir como atrezzo de las milagrosas hazañas pesqueras del dictador, poseía una envergadura de 41 metros de eslora por casi 8 de manga y estaba equipado con dos cañones arponeros para satisfacer las ansias del Caudillo de cazar ballenas a lo capitán Ahab.
El domingo el matrimonio desembarcó en la villa para presenciar desde un balcón del pósito de pescadores la procesión del Nazareno… esa misma que, si no ha habido contratiempos, acaba de comenzar ahora mismo [diez y media de la mañana del domingo 17 de septiembre de 2017, que es cuando este post ha saltado a la blogosfera]. De los periódicos que publicaron la noticia, el diario barcelonés La Vanguardia [en realidad, La Vanguardia Española… así se denominó el rotativo entre 1938 y 1978 por orden del dictador, quien también impuso un director —el murciano Luis de Galinsoga— conocido por su visceral animadversión hacia sus nuevos vecinos hasta el punto de que una vez llegó a espetar en público a la salida de misa: «Todos los catalanes son una mierda», un exabrupto que le costó el puesto… si Franco levantara hoy la cabeza…] es el que más ahondó en esta tradición: «Dicha procesión, como decimos, data de muchos siglos y es un desfile de originales exvotos que consisten en que los penitentes de uno u otro sexo caminan precedidos del ataúd en que hubieran sido encerrados en el caso de muerte a que estuvieron expuestos y por cuya liberación se ofrecieron a la milagrosa imagen del Nazareno, que se venera en la iglesia del Castelo de la Puebla del Deán. En esta procesión figuran generalmente arquetipos característicos de las rías gallegas, sobre todo pescadores, algunos de ellos que conservan aún su clásica sotabarba. El desfile de este cortejo no tiene nada de macabro sino que, por el contrario, está henchido de una emoción religiosa inefable. Sus Excelencias mostraron su admiración por este tradicional culto y alabaron la pureza del rito con que se conserva».

Y llegó la tarde. Los Franco se dedicaron a recorrer en coche varios pueblos de pescadores: Corrubedo, Noia, Muxía y Camariñas. «En todos ellos y aunque el Caudillo y su esposa viajaban de riguroso incógnito, al ser notada su presencia fueron objeto de entusiásmicas demostraciones de cariño», repitieron como loros casi de forma idéntica Hoja del Lunes, La Vanguardia Española, La Noche y La Voz de Galicia.
A continuación viajaron a Compostela, donde pisaron la catedral acompañados por el arzobispo Fernando Quiroga Palacios y oraron ante la imagen del Apóstol Santiago y después en la cripta que custodia sus cenizas. De ahí pasaron a la Colegiata de Santa María del Sar, donde estamparon sus firmas en el libro de los visitantes ilustres.
La jornada finalizó con otra paliza automovilística hasta el puerto de Corcubión. Allí embarcaron en el Azor junto con un séquito de esos que echan p’atrás: el ministro del aire, general Eduardo González-Gallarza; el capitán general de Madrid Agustín Muñoz Grandes; y el primer y segundo jefe de su Casa Militar, teniente general don Pablo Martín Alonso y contralmirante don Pedro Nieto Antúnez, respectivamente. Atiza.

¿Y qué pasó en Corrubedo? ¿Qué hizo? ¿Dónde estuvo? Ya nos gustaría saberlo pero obvia decir que a los ojos de la prensa del Régimen la mera alusión a nuestro pueblo pesquero tan solo servía para dar más color local a la crónica sin entrar en zarandajas. Hasta nos hemos ido al Nodo pero nada. Sí recordamos haber escuchado en nuestra infancia que el dictador se dedicó a estrechar manos entre los vecinos y que alguno de ellos, en pleno éxtasis, juró que nunca más se lavaría la extremidad bendecida por el tacto del Centinela de Occidente *. De todas formas… visto el tute de la tarde dominical su paso por aquí tuvo que ser tan fugaz como el de los americanos por Villar del Río en Bienvenido, Mister Marshall.
No es este el único Jefe de Estado que nos ha rondado. Es bastante conocido el caso de Juan Carlos I, que el sábado 15 de julio de 2006 sobrevoló el parque dunar pilotando un helicóptero con motivo de una visita a Riveira para celebrar el centenario de la concesión a esta del título de ciudad por su abuelo Alfonso XIII… quien por cierto una vez emprendió un viaje de placer perseguido por periodistas que se las tuvieron que ver con los bajos de Corrubedo.
Más nos gusta una historia relacionada con otro alto dignatario: cierto presidente del Gobierno ya fallecido que, tras concederse unos días de merecido descanso en medio de una complicada agenda, también anduvo por aquí. ¡Pescando al curricán!
Lo veremos.

* Nos lo contó Francisco de Ramiro: no fue una, sino que fueron dos las ocasiones en que el dictador pisó nuestro cabo. Que se sepa.
La segunda visita tuvo lugar hacia 1960, es decir, aproximadamente un par de años después de que nuestro contertulio y algún otro seminarista del pueblo asistiesen a la inauguración del Seminario Menor de Belvís en Santiago, acontecimiento que ocurrió el 10 de septiembre de 1958 y en el que el jefe del Estado presidía la ceremonia.
Estando Francisco —un rapaz por entonces— y otros vecinos en el entorno del faro vieron aparecer un impresionante despliegue de motocicletas precediendo un no menos flamante vehículo de cuatro ruedas. De él se apeó el Caudillo, quien tuvo el detalle de acercarse a nuestros paisanos para saludarlos y departir con ellos. En el transcurso de aquella conversación, salió a la luz aquella coincidencia anterior durante la apertura del seminario compostelano que a nosotros nos sirve de referencia temporal.
El torrero, también presente, se ofreció a mostrar el interior del faro al Generalísimo, quien declinó la invitación comentando que ya lo conocía [suponemos que del domingo del Nazareno]. Y fue aquí, en esta segunda visita y no en la primera, cuando alguien proclamó que nunca más se iba a lavar la mano que había estrechado la diestra de Franco.
Que quede constancia de esta enmienda (publicada el 23 de agosto de 2018).
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