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Lo más cerca que lo encontramos: Valle-Inclán en el dolmen de Axeitos en foto de Hermógenes Garita

Hoy se cumplen 150 años del nacimiento de Ramón José Simón Valle Peña, alias Ramón María del Valle-Inclán. Aunque ya hemos cubierto el cupo de un post por semana que nos hemos marcado, no podemos dejar pasar esta oportunidad para recordar que sí, que efectivamente, que como no podía ser de otra forma Corrubedo también aparece citado en la obra de uno de los escritores con taquilla propia y foto oficial en los vestuarios de la historia universal de la literatura: precursor del realismo mágico, inaugurador con Tirano Banderas de las novelas de dictadores (curioso subgénero que después cultivaron Alejo Carpentier con El recurso del método, Gabriel García Márquez con El otoño del patriarca y Mario Vargas Llosa con La fiesta del chivo) y piedra de toque para algunos de los más insignes autores patrios de las últimas décadas: de Camilo José Cela a Francisco Umbral, quien, en su Trilogía de Madrid, lo llega a incluir junto con Quevedo y Gómez de la Serna en la «Santísima Trinidad Laica de la modernidad española». Palabras mayores.

Que Corrubedo aparezca en la obra de Valle no nos extraña nada. No podíamos esperar menos de alguien que no solo vio la luz —o eso dice la teoría oficial— en Vilanova de Arousa el 28 de octubre de 1866 sino que pasó largas temporadas en la aún más cercana A Pobra do Caramiñal. A saber cuántas veces habrá venido por aquí y, abarcándolo todo con su miope mirada, se habrá embebido en el meigallo de nuestro mar y en lo real maravilloso de nuestras puestas de sol, esas que solemos publicar en Instagram.

Entrando en materia, hasta donde sabemos el topónimo figura en dos de sus obras de teatro. Y siempre intrínsecamente ligado al mar… un mar que es fuerza de la naturaleza y a la vez causa de espantos entre algunos personajes. Veamos.

La última en aparecer pero la primera en ser representada es la famosa Divinas Palabras, publicada en 1919. No es cuestión de destripar el argumento: basta decir que el nombre del cabo aparece en la jornada segunda, escena novena, puesto en boca de Simoniña, la hija del sacristán, que exclama en ademán enfático:

«¡Madre del Señor, cómo mi tía se va a poner de remontada! ¡La mar de Corrubedo!»

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Hasta Ingmar Bergman dirigió Divinas Palabras. Aquí Simoniña y su padre en plan sueco.

La otra pieza dramática es Romance de Lobos, escrita en 1908 e integrante de la trilogía Comedias Bárbaras. Corrubedo aparece por dos veces. Primero, en la escena segunda de la jornada tercera en el transcurso de una conversación en la que una criada a quien llaman La Recogida exclama:

«Esta noche no dejó de oírse la mar de Corrubedo.»

Lo cual nos hace deducir que están por aquí cerca…

Y después en la escena tercera de la misma jornada, en la que el caballero Don Juan Manuel Montenegro, protagonista del libro, topa con tres mendigos en una playa y uno de ellos, apodado El Morcego, explica que están buscando unos tesoros procedentes de:

«Un gran bergantín que naufragó en el mar de Corrubedo.»

Pero lo más inquietante es el arranque de la siguiente escena:

«Una costa brava ante un mar verdoso y temeroso. Lomas de arena, con pinares desmedrados en lo alto, y en la bajada un charcal salobre, donde blanquean los huesos de una vaca. Larga bandada de cuervos revolotea sobre aquella carroña, bajo un cielo gris de amanecer. En el fondo de una caverna socavada por el mar, el viejo linajudo espera la muerte como un viejo león».

¿Lomas de arena? ¿Un charcal salobre? ¿En el fondo de una caverna socavada por el mar?

¿Las dunas? ¿El río de mar? ¿En el fondo de la roca de A Ferreira?

Aquí lo dejamos.

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A Ferreira bajo un cielo gris de amanecer. ¿Pensaba Valle en este espacio? Apostamos que sí.